Lecturas del Martes, segunda semana del tiempo ordinario, ciclo C

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mar, 2013-01-22

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la carta a los Hebreos 6,10-20:

Dios no es injusto para olvidarse de vuestro trabajo y del amor que le habéis demostrado sirviendo a los santos ahora igual que antes. Deseamos que cada uno de vosotros demuestre el mismo empeño hasta el final, para que se cumpla vuestra esperanza, y no seáis indolentes, sino imitad a los que, con fe y perseverancia, consiguen lo prometido. Cuando Dios hizo la promesa a Abrahán, no teniendo a nadie mayor por quien jurar, juró por sí mismo, diciendo: «Te llenaré de bendiciones y te multiplicaré abundantemente.» Abrahán, perseverando, alcanzó lo prometido. Los hombres juran por alguien que sea mayor y, con la garantía del juramento, queda zanjada toda discusión. De la misma manera, queriendo Dios demostrar a los beneficiarios de la promesa la inmutabilidad de su designio, se comprometió con juramento, para que por dos cosas inmutables, en las que es imposible que Dios mienta, cobremos ánimos y fuerza los que buscamos refugio en él, asiéndonos a la esperanza que se nos ha ofrecido. La cual es para nosotros como ancla del alma, segura y firme, que penetra más allá de la cortina, donde entró por nosotros, como precursor, Jesús, sumo sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec.

Sal 110,1-2.4-5.9.10c R/. El Señor recuerda siempre su alianza

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R/.

Ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.
Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza. R/.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible.
La alabanza del Señor dura por siempre. R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos 2,23-28:

Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas.
Los fariseos le dijeron: «Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?» Él les respondió: «¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros.» Y añadió: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado.»

II. Compartimos la Palabra

Hoy, en la Carta a los Hebreos, se nos anima a no cansarnos en nuestra vida espiritual, o sea, a la perseverancia. El argumento es que “Dios no se olvida de nuestro trabajo y del amor que le hemos demostrado”.

En el Evangelio, continúa la confrontación de Jesús con los fariseos. Primero había sido por el perdón de los pecados, algo que, atinadamente, decían que era propio de Dios; siguió, luego, el problema y la interpretación del ayuno, de cuya práctica se separaban Jesús y sus discípulos. Y, hoy -no será el único día- surge la polémica sobre el sábado, una de las instituciones más sagradas de la religiosidad judía y, por tanto, para ellos intocable.

La Ley y el amor

Toda sociedad bien organizada necesita normas y leyes. Normas y leyes al servicio del amor, la libertad y la alegría. Cuando las leyes ahogan, esclavizan o, sencillamente, en lugar de humanizar, deshumanizan, no sólo no sirven sino, al no cumplir el papel y finalidad que les corresponde, se convierten en estorbos y ataduras, en algunos casos, insoportables.

Esto pasaba en tiempos de Jesús con la infinidad de normas y leyes, prohibitivas y normativas, que tenían y defendían los fariseos. “Coger espigas” en sábado, era una de las treinta y nueve formas de violar la Ley del sábado según algunas de las Escuelas de Israel.

Amar, amar a Dios, lo mismo que creer en él, no se garantiza con la integridad legal, ritual o moral. Más bien, es al revés. Esa integridad nace de Dios y no se suele llegar a ella más que amando. Dicho de otra forma, el desamor es compatible con el legalismo; y nunca lo es con la fe y el conocimiento de Dios, al menos del Dios mostrado por Jesús de Nazaret.

El hombre y el sábado

Jesús defiende a sus discípulos, acusados por los fariseos de violar el sábado. Y lo hace con tres argumentos. El primero, la conducta de David, autoridad, más que respetable, indiscutible para los fariseos, cuando huyendo él y sus compañeros de Saúl y hambrientos, comieron de los panes del Templo reservados por la Ley para los sacerdotes. Mateo, en el lugar paralelo (12,1) dice que los discípulos “tenían hambre”. El segundo argumento, en forma de principio, es el más importante: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado”. Esa fue la idea y la intención del legislador. En el Pentateuco, la ley del sábado aparece como una ley pensada para el bienestar y descanso del hombre. Se ordena el descanso a todos, amos y siervos, y hasta a los animales, para celebrar y recordar la liberación de Egipto (Dt 5,12). Se trata de sentirse más libres, más humanos, más felices y agradecidos. Todo lo contrario de la interpretación de los fariseos. El tercero, y último es la autoridad de Jesús, “Señor también del sábado”, por tanto al margen y por encima de las restricciones de los fariseos.

Este tendría que ser el sentido de nuestra celebración dominical. Por encima de todo legalismo moral, el domingo está para contactar con Dios, para encontrarnos con él y con la comunidad, y para nuestro propio bien. Para descansar del trabajo y disfrutar con los hermanos del descanso de la mente y del cuerpo, dando a Dios el culto que no podemos tributarle el resto de la semana.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino