2 de febrero: San Lucas 2, 22-40

La fiesta de la Presentación de Jesús en el templo en nuestros pueblos está muy unida a la celebración del Nacimiento de Jesús y como una continuación. La acción de gracias por la vida de un nuevo niño a los cuarenta días de nacido todavía es una sana costumbre en nuestras comunidades. María también quiere cumplir con la ley y hasta en cuatro veces se nos insiste que todo estaba de acuerdo a la Ley. Pero esta presentación se convierte en mucho más. Mientras toda la insistencia parece ponerse en lo que marcaba la ley, las palabras de Simeón nos abren a un horizonte mucho más amplio. Este niño, además de insertarse plenamente en el pueblo judío, se convierte en luz para todas las naciones. Y a la acción de gracias se añade un nuevo elemento que es el misterio del sufrimiento. La presentación en el templo no es solamente un misterio gozoso, sino también doloroso. Se inicia el camino de la entrega y del dolor expresado en la espada que atravesará el corazón de María y que terminará en el ofrecimiento en la cruz. Misterio de una luz que resplandece y salva, pero también presentación del dolor que libera. Jesús es presentado como el Mesías del Señor, el ungido por excelencia, destinado a realizar la obra de la salvación. Quizás para nosotros este día de la Candelaria ha quedado sólo en fiesta de tamales y comidas, pero tiene un profundo significado teológico. Hoy, que nos sentimos tan oprimidos por la oscuridad y las tinieblas, contemplemos a Cristo que es nuestra luz, que ilumina nuestro camino y que da sentido a nuestras vidas. Así lo expresa Simeón: “Ahora puedes dejar ir a tu siervo en paz”. Que también hoy nosotros contemplando la luz que nos trae Cristo encontremos el pleno sentido de nuestras vidas, aunque tengan sufrimiento, y sepamos buscar con esperanza el final de nuestro camino. Es un camino de esperanza, conflictos y problemas no impiden el plan salvífico de Dios. Día de la Candelaria, día de Cristo presentado como luz de las naciones, día de María comprometida en el dolor redentor y en seguimiento radical de su hijo. ¿Qué significa para ti, encontrarte con Jesús? ¿A qué estás dispuesto a afrontar, de dolor y sufrimiento, con tal de mantenerte en su seguimiento?

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