2013-02-05 L’Osservatore Romano
Opciones políticas y legislativas, privadas de la consciencia necesaria, están desquiciando a la familia acelerando la descabellada carrera hacia el individualismo que amenaza con hacer explotar a la sociedad. Pero la familia existe, resiste y es sólida también en este tiempo de crisis cultural antes aún que económica. En cualquier caso es «una prospectiva de esperanza a pesar de todo» la que delineó el 4 de febrero el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente del Consejo pontificio para la familia, encontrando a los periodistas en la Oficina de información de la Santa Sede «para hacer un balance sobre el estado de salud del elemento fundamental de la sociedad». Una prospectiva de esperanza que monseñor Paglia presentará el 14 de febrero a la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York y sucesivamente, en marzo, también en la sede de Ginebra y luego al Parlamento europeo. «En la plaza de los pueblos, a los responsables de las Naciones entregaremos la Carta de los derechos de la familia escrita hace 30 años por el Consejo pontificio. Los contenidos son muy actuales. Y diremos que la familia es un patrimonio de la humanidad que debe ser sostenido y reconocido en sus derechos. De este modo la Iglesia presta un servicio a todos».
Respecto a los recientes acontecimientos franceses, monseñor Paglia sostuvo que «la verdadera victoria está en la afirmación de la verdad sobre la persona humana, porque en la mentira perdemos todos». Reconoció «la valentía de los obispos franceses al abrir el debate público. Ellos mismos – dijo – me han confiado su sorpresa por la gran respuesta popular». Según monseñor Paglia «es decisivo pensar bien antes de tomar decisiones que pueden tener trágicas consecuencias. No se puede tener la pretensión de cambiar la cultura misma con una ley que no consigue unanimidad». Por su parte propuso afrontar «las cuestiones de las uniones entre personas del mismo sexo en el ámbito del derecho privado, garantizando así también las cuestiones patrimoniales». Obviamente «se necesita evitar toda discriminación. Todos los hijos de Dios tienen igual dignidad y son intocables. Pero – explicó – no es posible pensar que el matrimonio esté justificado por otros afectos que no corresponden a la relación entre hombre y mujer, que supone la generación de los hijos. Precisamente el respeto por la verdad pone en guardia ante un igualitarismo enfermo que suprime toda diferencia».
Frente a las candentes cuestiones de las familias heridas, divididas y separadas, el arzobispo Paglia invitó a la comunidad eclesial a tener «aún más una actitud de atención, apertura y acogida» porque «no existen familias de serie A y de serie B. Es más, las personas que tienen más problemas deben recibir mayor atención en la Iglesia. Con especial cuidado por los hijos que viven trágicamente estas laceraciones en el ámbito familiar». Además, refiriéndose al reciente discurso del Papa a la Rota romana, monseñor Paglia deseó también una mayor agilización en los procesos de nulidad matrimonial. En definitiva, «es necesario que en la Iglesia, como indicó con claridad el reciente Sínodo de los obispos sobre la evangelización, la familia tenga de verdad un papel central. No se la debe dejar sola». De aquí la idea de «robustecer su implicación en la catequesis para los sacramentos y fortalecer los cursos de preparación al matrimonio».