SAN TITO nació gentil y parece que fue convertido por San Pablo, quien lo llama su hijo en Cristo. Su virtud y méritos le ganaron el afecto del apóstol, pues encontramos que lo empleaba como secretario. Pablo lo trata como a su hermano y socio en sus labores, ensalza su celo por sus hermanos y expresa el consuelo que en él encontraba. En una ocasión declaró que no estaba tranquilo, porque no había encontrado a Tito en Troas. Fueron juntos al concilio celebrado en Jerusalén para debatir la cuestión de los ritos mosaicos; y aunque el apóstol había consentido en la circuncisión de Timoteo para que su ministerio fuera aceptable entre los judíos, no quiso permitir lo mismo con Tito, por el temor de que así se justificara el error de ciertos hermanos, que sostenían que las ceremonias prescritas en la ley mosaica no quedaban abolidas por la ley de la gracia. San Pablo envió a Tito de Efeso a Corinto para poner fin a varias ocasiones de escándalo, y también para apaciguar las discordias en aquella Iglesia. Lo recibieron allí con gran respeto, y quedó satisfecho por lo que se refería a la penitencia y sumisión de los transgresores; pero no consiguieron que aceptara de ellos ningún regalo, ni siquiera su propio sustento. Amaba en singular forma a esa Iglesia; ahí le suplicaron intercediera con San Pablo para obtener el perdón del hombre incestuoso. Por segunda vez el apóstol lo envió a Corinto a reunir limosnas para los cristianos pobres de Jerusalén. Todos estos detalles los sabemos por las dos cartas de San Pablo a los corintios.
San Pablo se detuvo algún tiempo en la isla de Creta para predicar la fe de Jesucristo; pero como las necesidades de otras Iglesias requerían su presencia en otras partes, consagró obispo a Tito para aquella isla, y lo dejó para que terminara el trabajo que él había comenzado; "podemos juzgar por la importancia del cargo, la gran estima que San Pablo tenía por su discípulo". Pero más tarde, a su regreso a Europa, el apóstol le ordenó a Tito que lo encontrara en Nicopolis de Epiro, y que se pusiera en camino tan pronto como Tiquio o Artemas, a quien había enviado para ocupar su lugar, llegara a Creta. San Pablo envió estas instrucciones a Tito en una epístola canónica dirigida a él. Le mandaba que designara presbíteros para todas las ciudades de la isla, resumía las principales cualidades de un obispo, y le daba consejos respecto a su propia conducta para con su rebaño, exhortándole a que mantuviese una estricta disciplina entre los cretenses, de los que Pablo tenía una pobre opinión. Esta carta contiene la regla para la vida episcopal, y podemos considerarla fielmente copiada en la vida de este discípulo. Después de una visita a Dalmacia, Tito retornó a Creta, y todo lo más que podemos afirmar de él es que terminó su vida laboriosa y santa con una muerte tranquila, a edad muy avanzada. En Creta siempre se ha considerado a San Tito como el primer arzobispo de la sede, pero solamente hasta la época del Papa Pío IX fue cuando se le señaló en la Iglesia occidental una fiesta especial en su honor el día 6 de febrero.
Butler Alban - Vida de los Santos