Mensaje de la Iglesia Católica. Solemnidad de Santa María Madre de Dios.

MARÍA, BENDICIÓN DE DIOS
La primera lectura de la fiesta de María, Madre de Dios, está tomada del libro de los Números y nos narra como en el Templo de Jerusalén, en las ceremonias litúrgicas, los sacerdotes bendecían al pueblo: “Que el Señor te bendiga y proteja, haga resplandecer tu rostro sobre ti y te conceda tu favor.  Que el Señor te mira con benevolencia y te conceda la paz.  Así invocarán mi nombre sobre los Israelitas y yo los bendeciré”.
La vida humana sabrá dar razón o callar de la manera como Dios nos bendice y acompaña pero dejándonos libres de acoger esta bendición, el sol no deja de brillar por el hecho de que busquemos estar a la sombra, somos libres de reconocer la acción benéfica de Dios, pero perdiendo la posibilidad de buscarnos exponiéndonos al sol, lo cierto es que la culpa no la tiene el sol, es mejor exponer la vida a la bendición permanente de Dios para que “su benevolencia nos conciba la paz”.
¿QUÉ ES LA BENDICIÓN DE DIOS?
Bendecir viene del latín bene-dicere (decir, hablar del bien), Dios nos habla del bien, Dios es el bien para nosotros, El no ve en nosotros más que el bien.
Esto es fundamental para cambiar las imágenes que la cristiandad nos ha presentado de Dios, el primer paso de la conversión cristiana es cambiar las imágenes de Dios que nos separan de Dios, cambiar las imágenes incorrectas y muchas veces aberrantes de Dios es  la mayor bendición, la más urgente y necesaria  bendición de Dios.  Dicha bendición comienza con Navidad, la Encarnación don de encontrarnos en el pesebre la imagen correcta de Dios en Jesucristo. Pedir y aceptar la bendición de Dios es permitir que Dios mismo purifique en nuestro corazón su imagen y El mismo nos transforme, así Dios es en Jesucristo, el autor de nuestra conversión, la gracia de Dios nos reconcilia con su imagen, y reconstruye en nosotros la Alianza.  Quien se deja bendecir por Dios pasa la vida, sobre todos sus pesares, de la mano de Dios.
La bendición no es sólo  particular,  para mí, lo es primordialmente para la comunidad a la que pertenezco como lo fue para Israel, pueblo de Dios, la bendición es en términos hebreos “un singular colectivo”.
En este contexto la bendición de los objetos es para significar que Dios también está presente en lo más concreto de nuestras realidades temporales y cotidianas.  Así la vida humana incluyendo su materialidad puede estar en paz, porque es signo de la presencia benéfica y salvífica de Dios.  La materialidad también puede ser bendecida por Dios.
LA BENDICIÓN ES SALMO
El Salmo 66 nos permite con las mismas palabras de Dios en nuestros labios pedir y alabar la bendición de Dios: “ten piedad de nosotros y bendícenos, vuelve Señor tus ojos a nosotros, que conozca la tierra tu bondad, y los pueblos  tu obra salvadora.
“Que te alaben Señor todos los pueblos que todos los pueblos te aclamen, todos juntos, que nos bendiga Dios y que le rinda honor al mundo entero”.  Este Salmo es una respuesta poética, un eco musical a la primera lectura “Que Dios en su gratuidad nos bendiga”.
LA BENDICIÓN DE SER HIJOS
El cumplimiento de las bendiciones (promesas de Dios) es la condición ineludible de la fe, Pablo dice a Bernabé que retornen para verificar si Dios ha cumplido las promesas que ellos han ofrecido por la predicación,  la promesa es lo que hace que la historia de la salvación sea progresiva y no un permanente reinicio.  Este es un tema muy cordial para Pablo y la primera clave de lectura de la Biblia, particularmente para la segunda Alianza (N.T)
El cumplimiento de la promesa radica en que “Dios ha enviado a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de haceros hijos suyos”.
Para Pablo nacido de mujer significa nacido como los otros y sujeto a la ley de Moisés quiere decir que El (el Hijo) ha aceptado la condición de los hombres de su pueblo.
La misión del Hijo es rescatar a los que bajo la ley no pueden llegar a ser hijos porque no es lo mismo ser sujetos de ley a ser hijo de Dios.  El sujeto de la ley depende de órdenes y reglamentos que en fin de  cuentas crean esclavitud, el hijo, por el contrario vive en el amor que alimenta la confianza para obedecer  al padre,(ob-audire), obedecer es poner el oído a la escucha de la palabra (s) del padre, obedecer incluye dejarse amar para poder escuchar al Padre. Así es como se pasa de la esclavitud de la ley a la obediencia de la fe, para ser hijos de Dios y hermanos en Jesucristo. “Puesto que ya son ustedes hijos, continua a decir Pablo Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo que clama. “¡Abba!”, es decir Padre, en Arameo Abba es un grito salvador de un niño a su Padre implorando que lo proteja, es la actitud que Cristo ha venido a enseñarnos, “haciendo su tienda entre nosotros”.  Así que ya no eres siervo, sino hijo, y siendo hijo, eres también heredero por voluntad de Dios” (segunda lectura).
LA BENDICIÓN DE LA HERENCIA
Somos “herederos” de lo que Dios nos ha prometido en Jesucristo.  Vivir la vida en términos de promesa no es fácil por muestra poca fe, “como hombres de poca fe”, nos definió Jesús, la poca fe consiste en no creer que el amor de Dios este en nuestros corazones y que con tal amor podamos amar a los hermanos, olvidando que “somos herederos por la gracia de Dios” sin mérito nuestro.
Sólo quien tiene el amor de Dios (amor de Jesucristo muerto y resucitado). Sabe lo que significa que “todo es gracia”.
Unos de los primeros y cualificados testimonios del amor de Dios en la Encarnación fueron los pastores.  Esto ocurre paradójicamente para resaltar su búsqueda y encuentro con el Mesías, en Belén (bet-lehem) casa del pan.  El pesebre donde nace Jesús es la casa del pan para los pastores testigos de la necesidad del pan para toda la humanidad.
 
María cuya maternidad hoy celebramos, guarda en su corazón las promesas de la palabra en la Anunciación, “bendita tú llena de gracia”.  Todo creyente a ejemplo de María guarda las promesas, bendiciones,  de Dios en su corazón para meditarlas en silencio alimentándose de ellas (Dn 7,28).  Así todo creyente a imagen de María es madre de Dios por permitir que la Iglesia madre engendre en su corazón a Jesús, María no es el centro del proyecto de Dios en la Encarnación, ella está al servicio de la historia de la salvación  realizada por “Dios salva” (Jesús).  María es con Jesús la más grande bendición de Dios.
 
LECTURAS BIBLICAS
 
Lectura del libro de los Números 6, 22-27
 
El Señor habló a Moisés: - «Di a Aarón y a sus hijos: Ésta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas:
 
"El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor.
 
El Señor se fije en ti y te conceda la paz.
"
 
Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.»
 
Palabra de Dios.
 
 
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Salmo responsorial
Sal 66, 2-3. 5. 6 y 8 (W.: 2a)
 
El Señor tenga piedad y nos bendiga.
 
El Señor tenga piedad nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R
 
Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con Justicia, .riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra. R
 
Oh Dios, que te alaben los pueblos,  que todos los pueblos te alaben. ue Dios nos bendija; que le teman hasta los confines del orbe. R
 
 
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SEGUNDA LECTURA
 
Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer
 
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 4, 4-7
 
Hermanos:
 
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
 
Como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: «Abba! Padre.» Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
 
Palabra de Dios.
 
 
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Aleluya Hb 1, 1-2
 
En distintas ocasiones habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo.
 
EVANGELIO
 
Encontraron a María y a José, y al niño. A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús
 
Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 16-21
 
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño.
 
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
 
Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
 
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
 
Palabra de Dios.
 
Por: P. Emilio Betancur Múnera
Director Pastoral Social Arquidiócesis de Medellín