EL 27 DE enero hacemos referencia de un "Julián", obispo de Le Mans, y hoy, de otro San Julián conocido como "el Hospitalario". Apenas si es posible saber si la historia que tenemos sea puramente novela, pero se ha creado una extraña confusión entre los diferentes San Julián y resulta muy difícil desenredar los pocos hilos de hechos auténticos que posiblemente pertenezcan a las vidas de uno u otro de ellos. Aun en el siglo quince ya aparecía la confusión; la versión de Caxton de la "Golden Legend", (Leyenda Dorada) de la cual podemos tomar los datos de la historia tradicional del "Hospitalario", comithza presentándonos, cuando menos a otros tres Julianes. El primero fue el obispo de Le Mans ya mencionado, y que algunos suponen que no era otro que Simón el leproso, a quien Nuestro Señor limpió la lepra y quien invitó a Jesucristo a comer. Por esta razón, sigue diciendo el escritor, mucha gente lo identifica con el santo a quien los peregrinos y viajeros invocan para obtener un buen hospedaje, "porque Nuestro Señor se hospedó en su casa"; pero nuestro crítico medioeval lo considera poco probable. También hubo otro San Julián, "nacido en Alemania, que era de noble linaje, más noble aún en la fe y la virtud". Este santo fue mártir. Después de su muerte, cuando un clérigo sin principios robó una oveja que pertenecía a la iglesia de la cual él era titular, recibió de él un castigo por su culpa. Todavía hay un tercer San Julián, "hermano de una mujer llamad» Julia". Ambos fueron martirizados juntos y obraron después de su muerte, muchos milagros, de los cuales uno o dos se relatan en detalle. Pero el Julián a quien se le da más atención, es el Hospitalario, "quien mató a su padre y a su madre por ignorancia". Su historia modernizando el vocabulario sería ésta:
"Erase un joven noble que cierta vez salió de cacería. Andando en el monte encontró un ciervo que se volvió a él y le dijo: 'Si me cazas, matarás a tu padre y madre', por lo que el joven quedó muy corrido y asustado. Por temor a que le sucediera lo que el ciervo le había dicho, se fue lejos, adonde nadie lo pudiera descubrir, y encontró un príncipe noble y grande que lo empleó en su servicio. Su conducta era tan buena en la guerra como en el palacio, y el rey lo distinguía tanto, que lo hizo caballero, le dio en matrimonio a una rica viuda de un castellano y como dote recibió el castillo. Y cuando su padre y madre supieron que se había ido, se pusieron a buscarlo por todas partes. Y anduvieron mucho tiempo hasta que llegaron al castillo donde vivía, pero él estaba fuera y sólo encontraron a su esposa. Cuando ella los vio, les preguntó atentamente quiénes eran; y cuando relataron lo que le había pasado a su hijo, se dio cuenta de que en verdad eran el padre y la madre de su marido. Los recibió con la mayor cortesía y les dio su propia cama, haciendo otra para ella.
"A la mañana siguiente, la esposa de Julián fue a la iglesia, y su marido llegó mientras ella estaba allá. Entró a su recámara para despertar a su mujer y vio a dos personas en su cama. Como se imaginara que era un hombre que se había acostado con su esposa, los mató a los dos con su espada. Después de eso, salió y vio a su esposa que venía de la iglesia. Entonces quedó muy avergonzado y exigió a su esposa le dijera quiénes eran los que estaban en su cama. Ella le respondió que eran su padre y su madre que lo habían buscado por mucho tiempo y a quienes ella les había dicho que durmieran en su cama. Entonces él se desmayó y casi moría de la impresión. Comenzó a lamentarse amarga- mente y a exclamar en voz alta, "¡Ay miserable de mí! ¿qué haré, yo que he matado a mi padre y a mi madre? Ahora ha sucedido aquello que yo creía haber evitado". Y dijo a su mujer, "Adiós, ve con Dios mi bien amada, ya no descansaré hasta que sepa que Dios me ha perdonado y ha olvidado esto que he hecho; haré digna penitencia". Y ella respondió, "Bien, amor mío, que Dios no permita que te vayas sin mí; así como he tenido gozo contigo, así tendré dolor y sopor- taré la tristeza".
"Luego se fueron y viajaron hasta llegar a un gran río por donde pasaba mucha gente; allí edificaron un hospital para albergar a los pobres e hicieron penitencia, llevando a los que querían pasar de un lado a otro. Pasado mucho tiempo, urfa noche San Julián se durmió ya tarde; estaba muy cansado, había helado y hacía mucho frío. Entonces oyó una voz que se lamentaba diciendo, 'Julián, ven y ayúdanos a pasar'. En seguida se levantó y fue hasta allá y encontró a una persona casi muerta de frío. Inmediatamente la tomó y la llevó hasta el fuego e hizo grandes esfuerzos para hacerla entrar en calor, frotando sus miembros. Cuando vio que no podía reanimarla ni calentarla, la llevó hasta su cama y la cubrió lo mejor que pudo. Después vio a este hombre, que estaba tan enfermo y que parecía ser un leproso, ascender resplandeciente al cielo. Y le dijo a San Julián, que lo había hospedado, 'Julián, Nuestro Señor me ha enviado a ti, y te manda decir que El ha aceptado tu penitencia'. Poco después, San Julián y su esposa entregaron a Dios sus almas y salieron de este mundo".
Esta es la leyenda de San Julián, que fue sumamente popular en la Edad Media. Muchos hospitales estuvieron y aún están dedicados a él, especialmente en los Países Bajos. Varias escenas de la leyenda están representadas en uno de los ventanales a colores de una de las ventanas de la catedral de Rouen; parece que fue donado por el gremio de barqueros del río de aquella ciudad. Todos los hoteleros, viajeros y barqueros se han puesto bajo su protección. No hay un emblema peculiar para representar a San Julián el Hospitalario, pero con frecuencia se le encuentra con un ciervo o con un bote, haciendo de barquero.
Butler Alban - Vida de los Santos