LA CONMEMORACIÓN de San Valentín, el 14 de febrero, brinda un interesante ejemplo de las peculiares dificultades que se presentan al estudiante de la primitiva hagiografía, y de la mezcla de verdad y fábula que comúnmente se encuentra en escritos tradicionales como el Martirologio Romano. Alban Butler, a quien hay que concederle que utilizó las mejores fuentes disponibles en su tiempo, basó la relación de San Valentín en Tillemont, autoridad que estaba muy lejos de ser inexacta. Con los datos así obtenidos, Butler redactó hace casi 200 años, su resumen en los siguientes términos:
"Valentín fue un santo sacerdote de Roma, quien, con San Mario y su familia, socorría a los mártires durante la persecución de Claudio II. Fue aprehendido y enviado por el emperador al prefecto de Roma, quien al ver que todas sus promesas para hacerlo renunciar a su fe eran ineficaces, mandó que lo golpearan con mazas y después lo decapitaran. Esto tuvo lugar el 14 de febrero, por el año 270. Parece que fue el Papa Julio I qíiien hizo construir una iglesia cerca de Ponte Mole en memoria del mártir, la cual por mucho tiempo dio el nombre a la puerta hoy llamada Porta del Popólo, antes Porta Valentini. La mayor parte de sus reliquias están ahora en la iglesia de Santa Práxedes. Se encuentra mencionado su nombre entre los mártires ilustres en el sacramentario de San Gregorio, en el Misal Romano de Thomasio, en el calendario de P. Fronto y el de Allasio, en Beda, Usuardo, Ado, Notker y en todos los martirologios actuales. Para abolir la costumbre pagana de que los jóvenes sacaran por suerte nombres de jovencitas, en honor de su diosa Februata Juno, el 15 de este mes, varios celosos pastores sustituyeron esta costumbre, escribiendo nombres de santos.
No parece probable que la costumbre de enviar felicitaciones el 14 de febrero esté relacionada con las prácticas paganas de los tiempos clásicos en honor de Februata Juno, y cuando Butler habla de los "celosos pastores que substituían los nombres de jovencitas por los de santos en este día", habla de una invención piadosa introducida en fecha relativamente posterior y de la cual ya tenemos noticia, por ejemplo, en la vida de San Francisco de Sales. Pero aquí lo que nos interesa principalmente es el mártir San Valentín. La primera objeción que pudiera presentarse contra la celebración de una fiesta en su honor es el hecho de que el Martirologio Romano menciona en este día, no uno, sino dos San Valentín, los dos decapitados en la Vía Flaminia, aunque uno murió en Roma y el otro a unos noventa kilómetros de Roma en Interamna (Terni). Más aún, cuando estudiamos las así llamadas "Actas" del mártir romano, que es el único a quien hace referencia Butler, encontramos que la mayor parte de su historia ha sido tomada de una narración semejante, que trata del martirio de los santos Mario y Marta.
No obstante, parece que no hay razón suficiente para dudar de la existencia real de ninguno de estos dos mártires. Hay evidencia sólida del culto local primitivo en ambos casos. El Valentín romano parece que fue un sacerdote. Probablemente fue martirizado el 14 de febrero en la persecución de Claudio el Godo, alrededor del año 269. Fue sepultado en la Vía Flaminia y se le erigió una basílica desde el año 350, donde, más tarde se formó una catacumba, pues era conocido el lugar donde reposaban sus restos, y posteriormente allí fueron tras- ladados. Por otro lado, la relación con la ciudad de Interamna de un San Valentín, mártir, conocido también como obispo de aquella ciudad, está comprobada por el Martirologio Hieronymianiim, y hay otras pruebas de la misma naturaleza. Pudo suceder que durante la persecución del emperador Claudio el Godo, Valentín, obispo de Interamna, fuera llevado a Roma después de su aprehensión y ejecutado allí.
Aunque la historia de Valentín el obispo está tan llena de fábulas como la de Valentín el sacerdote, contiene un fragmento aislado de lo que parece ser una tradición genuina. Las actas mencionan a un alto oficial "Furioso Plácido" que estuvo relacionado con el martirio, y sucede que sabemos que cierto Furio Plácido fue cónsul en 273. Naturalmente que no es lógico pensar que si hubo dos mártires llamados Valentín, ambos sufrieron el 14 de febrero. Sucedía algunas veces que el sólo hecho de que la memoria de uno de estos santos se celebrara( en una fecha determinada, llevaba a incluir a otros santos del mismo nombre en el panegírico de ese día. Si la Iglesia romana honraba ia memoria de su San Valentín en su basílica el 14 de febrero, eso podría ser suficiente razón para que las gentes de Terni, si dudaban acerca del día preciso en que padeció su mártir, celebraran su fiesta en la misma fecha en que los romanos honraban a su homónimo. Es posible también que un Valentín de Interamna hubiera sufrido realmente en Roma, que los romanos lo hubieran venerado con un culto especial, aunque Terni también lo reclamara y que inventaran una leyenda separada, respecto a él. Esta es la solución que el P. Delehaye parece favorecer, aunque el profesor O. Marucchi se mantiene firme en su creencia de la existencia de dos San Valentín diferentes.
La costumbre sajona de que los jóvenes y las doncellas se escogieran como prometidos en este día, probablemente se basa en la creencia popular que en- contramos relatada en la literatura desde los tiempos de Chaucer, de que los pájaros comenzaban a formar parejas el día de San Valentín. El envío de tarjetas fue una evolución natural de la costumbre. Una de las más antiguas referencias a esa costumbre se encuentra en The Paston Letters (No. 783). En febrero de 1477, Isabel Drews, quien tenía una hija casadera y deseaba casarla con su pariente John Paston, escribía al futuro novio:
Primo, el viernes es día de San Valentín, cuando todos los pájaros escogen pareja; si gustas venir el jueves por la noche, y preparado para quedarte hasta el lunes, confío en Dios que hablarás a mi marido, y yo rezaré para que llevemos el asunto a conclusión, porque, primo, no es sino un roble delgado el que se corta al primer golpe.
Durante el mismo mes, Margarita, la joven casadera en cuestión, dirigió la siguiente carta a John Paston como su Valentín:
Para ser entregado este billete a mi bien amado Señor Don Valentín John Paston.
Reverendísimo y honorable bien amado Valentín: me recomiendo a usted, de todo corazón, deseando saber de su salud, rogándole a Dios Todopoderoso que lo conserve mucho tiempo en todo bienestar según Su beneplácito y deseo d e vuestro corazón.
Su carta siguiente no es tan ceremoniosa, y en el curso de la misma dice:
Si ustedes pueden estar contentos con ese bien (su pequeña dote) y mi pobre persona, yo sería la joven más feliz de la tierra; una buena, verdadera y amante Valentina, para que ya no se hable nunca más del asunto, y pueda ser su verdadero amor y compañera de lecho toda m i vida.
Aunque debido a la costumbre relacionada con su fiesta el nombre de Valentín era muy conocido en Inglaterra, no se conoce ninguna iglesia que haya sido dedicada en su honor en este país.
Butler Alban - Vida de los Santos