Miércoles de Ceniza: inicia la Cuaresma, tiempo de encuentro con Dios, con nosotros mismos y con los demás

Escrito por Lic. Paola Rios

S.E. Mons. Eugenio Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla
Secretario General de la CEM

Hoy comenzamos la Cuaresma con el ayuno, la abstinencia y la imposición de la ceniza[1], que nos recuerda que esta existencia terrena, estupenda y dramática, es temporal, y que solamente quien escucha a Jesús y le sigue puede hacerla plena y eternamente dichosa.

¡Sí! En Jesús, nacido por obra del Espíritu Santo de la Virgen María, el Padre, Creador de todas las cosas, nos muestra su amor que le ha llevado a enviar a su Hijo para que, amando hasta el extremo de dar su vida, nos liberara de las cadenas del pecado y nos hiciera hijos suyos, partícipes de su vida plena y eterna, que consiste en amar.

"¿Cómo podríamos vivir sin Él?”[2], se preguntaba san Ignacio de Antioquia. Cristo, consciente de esto, se ha quedado con nosotros, particularmente en la Eucaristía, cumpliendo su promesa: “yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

Por eso, los cristianos, desde el principio se reunían para celebrar el domingo la Pascua semanal. Además, a partir del siglo II comenzaron a celebrar también la Pascua anual, para la cual fueron estructurando un tiempo de preparación que, en el siglo IV se llamó Cuaresma, al estar formado por cuarenta días, recordando el tiempo en que Jesús, guiado por el Espíritu Santo, oró y ayunó en el desierto (cfr. Mt 4,1-2)[3].

Como Él, guiados por el Espíritu Santo, estamos invitados a vivir un encuentro “fuerte” con Dios meditando su Palabra, recibiendo sus sacramentos, haciendo oración y “poniéndonos en forma” a través de la penitencia, que nos abre al amor al prójimo. Así, con Cristo, podremos afrontar “el combate contra el espíritu del mal”[4], revisando lo que hemos sido y lo que hemos hecho, para lograr una auténtica conversión, que nos permita vivir como Hijos de Dios.

Como signo de que deseamos entrar en esta dinámica nos imponemos la ceniza[5], gesto penitencial que se usaba ya desde el Antiguo Testamento (cfr. Jb 42,6), y que a partir del siglo X fue común para toda la cristiandad. Las fórmulas de imposición de la ceniza se inspiran en Gn 3, 19: “Recuerda que polvo eres y al polvo volverás”, y en Mc 1, 15: “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.

Para ayudarnos a salir del egoísmo se nos invita, a quienes tengamos de 18 a 59 años, a ayunar el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día y dos muy ligeras. También se nos invita a abstenernos de comer carne roja a partir de los 14 años. Excepto el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, la abstinencia de carne se puede suplir por una obra de caridad o de piedad, o por algún sacrificio voluntario, que nos una a Dios y nos ayude a darnos a los demás.

Ojalá que, como nos invita a hacerlo el Papa en su Mensaje para esta Cuaresma, aprovechemos este tiempo, durante el cual nos preparamos a celebrar el acontecimiento salvador de la cruz y la resurrección del Seño, para reavivar la fe en Jesucristo, y así, “entrar en su torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en nuestra vida” [6].

Artículo relacionado: Miércoles de Ceniza, breve reflexión de S.E. Mons. Eugenio Lira Rugarcía

[1] Hecha con las palmas del Domingo de Ramos de 2006
[2] SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Ep. ad Magnesios, 9, 1-2
[3] La Cuaresma termina la tarde del Jueves Santo con la liturgia de la Cena del Señor, que da comienzo al Triduo Pascual.
[4] BENEDICTO XVI, Angelus en el 1er. Domingo de Cuaresma, 5 de marzo de 2006
[5] En los primeros siglos del cristianismo la imposición de la ceniza era gesto del camino cuaresmal de los "penitentes". Pero a partir del siglo X fue común para toda la comunidad.
[6] Mensaje para la Cuaresma 2013.

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