2013-02-21 Radio Vaticana
(RV).- Después del «rostro de Dios», que era la primera parte, los ejercicios espirituales de Cuaresma de Benedicto XVI y de sus colaboradores de la curia Romana, entraron en la segunda, dedicada al rostro del hombre en la oración sálmica, prosiguiendo el tema «Ars orandi, ars credendi», elegido por el presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, el Cardenal Gianfranco Ravasi.
Con los salmos, el purpurado reflexionó sobre el hombre creyente, el hombre criatura frágil, el hombre sufriente. Aunque mis amigos me hayan abandonado, el Señor no me deja, escucha mi súplica y mi oración. En la fe, el Señor que es justo me vuelve a conducir a mi dignidad, a mi verdadera vida. En Cristo, Dios se inclina para acercarse al hombre asumiendo los sufrimientos y límites humanos. Jesús atraviesa toda la gama oscura del dolor: miedo, soledad, traición, sufrimiento físico, silencio de Dios y muerte. Y en Cristo, que pasa por los caminos del mundo, Dios se nos acerca y llama a nuestra puerta, para que no nos quedemos encerrados en nuestra historia solitaria y autónoma:
En Cristo, Dios no nos protege ‘de’ todo sufrimiento, sino que nos sostiene y nos libera ‘en’ todo sufrimiento, estando con nosotros.
El Card. Ravasi hizo hincapié en la soledad y las soledades que son un plaga del mundo contemporáneo, el ensimismamiento, que un autor ruso escribía que era el campo de juego de satanás.
El tema de la soledad, del ensimismamiento, es importante en la sociedad contemporánea, que ha creado una muchedumbre de soledades en nuestras ciudades.
Y también existe el aislamiento de la calumnia.
Verdaderamente, algunas veces nos sorprende ver – como lamentablemente sucede también en nuestro mundo – la maldad con la que uno quiere destruir a otro.
Recordando la fe como adhesión consciente, libre y apasionada y el encuentro del hombre con sus propios límites, el Cardenal Ravasi alentó a permanecer puros y confiados como niños, denunciando el gran drama de la pederastia y reiterando que a pesar de las tinieblas, la experiencia cristiana abre siempre a un horizonte de luz, por lo que la oscuridad nunca tiene la última palabra. Asimismo el purpurado recordó que una buena parte del mal nace de las acciones del hombre, que luego intenta culpar a Dios:
Es inútil decir: Si Dios ve, por qué se queda indiferente ante un niño que se muere de hambre en África o en Asia, cuando sabemos que un solo bombardero podría mantener, quizá por un año entero, a centenares de niños.
(CdM - RV)