POLIO, GOBERNADOR de Panfilia y Frigia durante el reinado de Dedo, trató de ganarse el favor del emperador, aplicando cruelmente su edicto de persecución contra los cristianos. Néstor, el obispo de Magido, gozaba de gran estima entre los cristianos y los paganos. Aunque comprendió que el martirio no se haría esperar, no pensó en sí mismo, sino en su grey y se dedicó a buscar sitios de refugio para sus fieles, pero él mismo no se ocultó, aguardando tranquilamente su hora. Cuando se hallaba orando, le avisaron que los oficiales de justicia le buscaban. Tras de recibir sus respetuosos saludos, el obispo les dijo: "¿Qué os trae por aquí, hijos míos?" Ellos replicaron: "El irenarca y los magistrados de la curia desean veros". San Néstor hizo la señal de la cruz, se cubrió la cabeza y les siguió hasta el foro. Cuando el obispo entró, toda la corte se puso de pie como señal de respeto. Los oficiales le hicieron sentar en un sitial frente a los magistrados. El irenarca le preguntó: "Señor, ¿estáis al tanto de la orden del emperador?" "Yo sólo conozco la orden del Todopoderoso, no la del emperador", respondió el obispo. El magistrado replicó: "Os aconsejo que procedáis con calma para que no tenga yo que condenaros". Como San Néstor se mostrase inflexible, le amenazó con la tortura, pero el obispo replicó:
"La única tesura que temo es la que Dios pueda infligirme. Puedes estar seguro de que, en el tormento y fuera de él, no dejaré de confesar a Dios."
Contra su voluntad, la corte tuvo que enviarle ante el gobernador. El irenarca le condujo, pues, a Perga. Aunque no tenía amigos en esa ciudad, su fama le había precedido de suerte que los magistrados empezaron por rogarle amable y cortésmente que abjurase de su religión. Néstor se negó con firmeza. Entonces Polio ordenó que le tendiesen en el potro. En tanto que el verdugo le desgarraba con garfios los costados, Néstos cantaba: "En todo tiempo daré gracias al Señor y mi boca no se cansará de alabarle". El juez le preguntó si no se avergonzaba de poner su confianza en un hombre que había muerto crucificado. Néstor con- testó: "Rendita sea entonces mi vergüenza y la de Lodos los que invocan al Señor." Polio le dijo: "¿Vas a ofrecer sacrificios, o no? ¿Estás con Cristo o con nosotros?" El mártir replicó: "Con Cristo ahora y siempre: con El estoy ahora y con El estaré eternamente." Entonces Polio le sentenció a morir crucificado. Desde la cruz, San Néstor exhortó y alentó a los cristianos que le rodea- ban. Su muerte fue un verdadero triunfo, pues, cuando el obispo pronunció sus últimas palabras: "Hijos míos, postrémonos y oremos a Dios por Nuestro Señor Jesucristo", cristianos y paganos se arrodillaron a orar, en tanto que el mártir exhalaba el último suspiro.
Butler Alban - Vida de los Santos