Nació en Hesbaye, Brabante, en la actual Bélgica, en el seno de la más alta nobleza franca; estaba emparentado, incluso, con Pipino el Breve.
Se educó en la abadía de Saint Trond y en la corte de Carlos Martell, quien lo nombró su secretario particular. En 732 ascendió a canciller del reino, y fue nombrado también arzobispo de Metz.
La labor de San Crodegango se centró primordialmente en cuidar las sanas relaciones entre el Estado y la Iglesia. Fundó y renovó numerosos monasterios, entre ellos, en 748, la abadía de Gorze, en Metz.
Más tarde, Pipino lo envió como embajador ante el papa Esteban III, y su influencia contribuyó a la coronación de Pipino en 754, tras haber derrotado a los lombardos y entregado Ravena y otros territorios a la Santa Sede. El papa le concedió entonces el palio de arzobispo de Austrasia.
Bajo su obispado, Metz se convirtió en una ciudad modelo. Ahí San Crodegango redactó, inspirado en San Benito, 34 cánones que deberían normar la vida de los clérigos. Estos escritos tuvieron una gran influencia en la Europa de su tiempo.
Sus biógrafos, especialmente Pablo el Diácono, destacan siempre su claridad intelectual y su dominio del latín. Al morir fue enterrado en el monasterio de Gotze.
SAN CRODEGANGO DE METZ nos enseña el valor de distinguir entre el reino material y el reino espiritual.