Lo POCO que se relata de Santa Fanchea, (cuya fiesta se celebra el primero de enero), es de carácter fabuloso y casi todo está contenido en la vida de San Enda, su hermano. Fanchea, que con otras doncellas irlandesas se había consagrado a Dios, supo que Enda había tomado parte en una batida contra sus enemigos, uno de los cuales había muerto en la lucha. Los gritos de los vencedores, al volver de su expedición, se oyeron dentro del convento. Fanchea reconoció la voz de su hermano, pero al mismo tiempo, iluminada sobrenaturalmente, supo que él había sido llamado para servir a Dios en una vida de gran santidad. En conformidad con esto, le reprochó el hecho sangriento en el que se había envuelto y cuando él le prometió establecerse pacíficamente en casa, si le daba a una de las doncellas en matrimonio, ella aparentó estar pronta a cumplir con esta condición. Pero pidió a Dios que la doncella en cuestión muriera en ese mismo momento y cuando llevó a su hermano a ver a la novia que le había prometido, él solamente encontró un cuerpo rígido y pálido por la muerte. Luego, al punto, Enda se entregó a una vida monástica; pero aun así todavía le acudían pensamientos de hazañas guerreras; su hermana le inculcó que, cuando estas tentaciones vinieran, debería poner su mano sobre la cabeza rasurada y recordar que ceñía ahora, no una diadema real, sino la tonsura de su Señor Jesucristo. Finalmente, también por consejo suyo, Enda abandonó Irlanda y fue a Roma, a donde tras un largo tiempo, Fanchea fue a visitarlo con algunas de sus monjas. La travesía la realizó en forma milagrosa, tan sólo con extender su manto sobre las aguas. Una vez en Roma, rogó a Enda que volviese a Irlanda para bien de su pueblo. El prometió hacerlo al año siguiente, pero al llegar Fanchea a casa, entregó su alma a Dios, antes de que él pudiera seguirla. Se ha afirmado que Santa Fanchea construyó un convento de monjas en Ross Oirthir o en Rossory, en Fermanagh, y que sus restos fueron depositados y venerados en Killaine, pero las pruebas no parecen muy satisfactorias.
Todo lo que hemos dicho de la historia de San Enda, antes de que se estableciera en Aranmore, es bastante legendario, excepto quizás lo que se refiere a su estancia en "Candida Casa", el monasterio fundado por San Niniano en Galloway. Después de su anhelada visita a Roma, donde fue ordenado sacerdote, Enda desembarcó en Drogheda y levantó iglesias en ambos lados del río Boyne. Después atravesó Irlanda y fue a visitar a Oengus, rey de Munster, quien estaba casado con otra de sus hermanas y vivía en Cashel. A su cuñado le pidió autorización para poder fundar una casa religiosa en la isla de Aran. Oengus le exigió que escogiera un lugar más fértil y más cercano, pero cuando San Enda insistió en que Aran iba a ser el lugar de su renovación y que era lo suficientemente bueno para él, Oengus cedió, declarando que de buena gana lo entregaba a Dios y a Enda, cuyas oraciones pedía en retorno.
San Enda llevó a sus discípulos a esa isla y la fama de su austeridad y santidad, atrajeron a otros muchos a reunírseles. El santo construyó, en el lado oriental de Aramore, un gran monasterio en Killeany, el cual gobernó y al que adjudicó la mitad de los terrenos, en tanto dividía la otra mitad de la isla entre las otras diez pequeñas casas que había fundado y en las que nombró superiores. Se nos cuenta que no solamente llevó él una vida de gran penitencia, sino que exigía una estricta disciplina a todos los que se encontraban a su cargo. Una leyenda relata que cada noche, probaba a sus hermanos, colocándolos por turno en una "curragh", o canoa de mimbre, que ponía a flote sin la envoltura de cuero que la hacía hermética. Si un hombre estaba libre de pecado, el agua no podía penetrar. Todos los monjes, incluyendo al mismo abad, se libraron de mojarse, excepto Gigniat el cocinero, el cual, al ser interrogado, confesó haber añadido a su porción una parte del alimento del Kieran, hijo del artífice. San Enda le mandó abandonar la isla, diciendo, "No hay lugar aquí para un ladrón; de ninguna manera permitiré esto."
Junto con San Finniano de Clonard, San Enda fue padre del monaquisino en Irlanda; con él, propiamente hablando, parece haber comenzado el monasticismo. Uno de sus discípulos mejoi conocidos fue San Kieran de Clonmacnois, al que ya nos hemos referido.
Butler Alban - Vida de los Santos