DE ACUERDO con el Martirologio Romano, que en este día conmemora "la pa- sión de San Simeón, niño, cruelísimamente sacrificado por los judíos en Trento y después glorificado por sus muchos milagros", Alban Butler dedica un espacio a dos casos de sacrificio ritual de niños, realizados por los judíos. De los muchos ejemplos que se cuentan de este crimen, y que fueron creídos por todos en la Edad Media, solamente el de Simón o Simeón es reconocido en el martirologio. De acuerdo con el testimonio obtenido en Trento, poco después de la tragedia, un médico judío atrajo con halagos y secuestró a un niñito cristiano de dos años y medio de edad con miras a la celebración de la Pascua judía. Después de crucificar al niño y extraerle la sangre, los oficiales de la sinagoga ocultaron su cuerpo por algún tiempo y, después lo arrojaron al canal. El crimen fue descubierto; y los sospechosos, sujetos a tortura; admitieron su culpa. Horribles castigos se les infligieron una vez confesos, mientras que, por otra parte, se obraban milagros a profusión junto a la tumba del niño martirizado. En el caso de Guillermo de Norwich, que ocurrió más de 300 años antes, la víctima tenía doce años. Aquí también se relata que el niño fue atraído con halagos, amordazado, atado y crucificado. El cuerpo fue llevado en un saco por dos judíos al bosque de Mousehold, con el propósito de incinerarlo allí, pero habiendo sido sorprendidos antes de terminar su tarea, dejaron el cuerpo colgado de un árbol.
Aunque Butler acepta la creencia tradicional de que varios niños fueron sacrificados por los judíos por odio a la fe cristiana, añade, sin embargo, que "algunos autores calumnian notoriamente, llevados por estos ejemplos extraordinarios, cuando tratan de generalizar que ésta haya sido una costumbre de esa gente". La protesta de Butler está ciertamente bien fundada. No hay rasgos de seria evidencia que se aduzcan para probar que el uso de la sangre cristiana formara parte del ritual judío. No hay lugar a duda de que, en cada uno de estos casos, un niño fue sacrificado deliberadamente por alguno; y aun es posible que tales asesinatos de niños hayan sido ocasionalmente cometidos por judíos dementes, o por un acto de venganza particular, o por nigromantes que deseaban usar la sangre para algún rito de magia. No se trata aquí de discutir el problema que en algunos casos presenta muchos aspectos de confusión como el notable del "santo Niño de la Guardia", cuyos registros ofi- ciales han sido publicados en el "Boletín de la real Academia de la Historia" en español, vol. ix. Es claro, sin género de duda que los judíos orientales de la época medieval deben, como raza, ser absueltos, de cualquier participación o simpatía en tales crímenes. Más aún, si reducimos nuestra atención al caso de los mártires que aquí se trata, no hay una evidencia absoluta, ya que las confesiones bajo tortura no tienen valor, de que la culpa haya recaído realmente en los que fueron culpables.
Butler Alban - Vida de los Santos