2) RASGOS DE UNA ESPIRITUALIDAD ALIMENTADA EN LA ACCION.
La gratuidad.
El apóstol por gracia, es lo que es y hace lo que hace. La Evangelización que el apóstol ofrece la realiza como una oferta de amor y de libertad; como un servicio de gratuidad y no apropiación de la gracia. Se trabaja no por un salario, sino con una entrega sin medida.
La comunitariedad
El trabajo pastoral del apóstol debe realizarse en comunión, en colegialidad, en participación, en equipo, en corresponsabilidad; el trabajo así vivido lleva a la fraternidad, al compartir. Es decir a una espiritualidad compartida manifestada en un sentido comunitario y de solidaridad.
La ternura misericordiosa.
Nuestro hacer realizado en el Espíritu de Dios tendrá huellas del mismo hacer de Dios y con ello marcará la espiritualidad del apóstol.
La Sagrada Escritura nos narra la acción de Dios precedida de un mirar al mundo con amor y se le conmueven las entrañas, luego viene la decisión, la salida a la humanidad y la actuación en la historia.
La actuación es siempre el resultado eficaz de esa mirada de bondad, y es señal de ese amor.
La espiritualidad de todo enviado ha de guardar esa mirada de amor que hace que el mundo sea entrañas queridas de apóstol; mirada de amor que, si es verdadero se transformará en su lenguaje pastoral, en sus palabras y en sus sentimientos; mirada que lógicamente determinará su misma actuación.
La constancia.
Hay de hecho dos modos de trabajar en la pastoral, uno lo llamaremos a modo de espectáculo y otro lo llamaremos a modo de labranza. El primero se realiza según la carne. El segundo según el Espíritu. Esto hace que La actividad pastoral sea histórica, viva su proceso paciente, tenaz, pascual, pasando por cuatro estaciones:
- Tiempo para soñar y programar.
- Tiempo para dar vueltas y vueltas a la tierra y sembrar.
- Tiempo de invierno.
- Tiempo de primavera, de cosecha.
El agente pastoral tiene que ser persona curtida con fortaleza para poder permanecer, andar las etapas del camino de su misión y poder atravesar todas las condiciones sociales, eclesiales y personales de su vida apostólica.
Para andar esta travesía, el Espíritu se nos regala siempre si nos arriesgamos a quererlo, el don de fortaleza que sella nuestra espiritualidad con la gracia de la resistencia.
La espiritualidad de la constancia dispone nuestra libertad para asumir las exigencias de la cruz, a veces sin más razón que la desnuda obediencia al evangelio.
Pero la constancia es, sobre todo una apuesta de esperanza. Somos constantes en el Espíritu; pues es él quien engendra nuestra constancia porque es, el Espíritu del Resucitado.
Debemos decir que la constancia espiritual es capaz de sacrificio y postura de esperanza, pero no por dureza de espíritu sino por la experiencia de amor. Ciertamente la constancia es el rasgo de la espiritualidad del discípulo amado que permaneció junto a la cruz.
3) ALGUNAS EXIGENCIAS ESPIRITUALES PARA REALIZAR NUESTRO PLAN DE PASTORAL
La exigencia de la conversión.
Para formular y luego realizar nuestro Plan Diocesano de pastoral que nos ayude a organizar una pastoral renovada. Es necesario que toda la Diócesis adopte una actitud de conversión para que volvamos a Jesucristo y vivamos las exigencias del Evangelio y así nuestra vida y la vida de la Diócesis esté organizada desde Dios y no desde la pequeñez de nuestros egoísmos.
Una conversión que nos comprometa a todos a salir de nuestros esquemas pastorales muy particulares, para entrar en una pastoral de conjunto que nos haga caminar juntos, más allá de un trabajo individual en cada Parroquia, para asumir los caminos de la comunión y participación.
Si somos sensibles a la conversión, hay futuro para nuestra Diócesis
La exigencia de la comunión.
La espiritualidad de la comunión significa, además, capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo Místico y por tanto como uno que me pertenece para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad. Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un don para mí... En fin, espiritualidad de la comunión es saber dar espacio al hermano llevando mutuamente la carga de los otros y rechazando las tentaciones egoístas, que continuamente nos asechan y engendran, competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias. No nos hagamos ilusiones, sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de comunión. (El Plan Diocesano).
Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión, más que sus modos de expresión y crecimiento (NMI 43).
La realización del Nuevo Plan Diocesano de Pastoral no será posible sin esta comunión, que nos mueve al amor que nos una y nos haga cuidarnos, apoyarnos mutuamente, no con grandes discursos, sino con una presencia, es decir con un tendernos la mano siempre.
La exigencia de la solidaridad.
La traducción política del término bíblico de la fraternidad es el de solidaridad, un principio que debe inspirar toda nuestra acción pastoral. Este principio que debe inspirar toda nuestra acción pastoral. Este principio de la fraternidad, nos obliga a asumir nuestras diferencias en este contexto de solidaridad.
Gran parte de nuestra acción pastoral depende de la aplicación de este principio de fraternidad, de solidaridad que nos ayude a superar el individualismo para ir al encuentro del hermano de la comunidad para amar, para ser solidarios.
† Felipe Padilla Cardona.