Educar con acierto

La demanda educativa con énfasis en los idiomas, las ciencias o la tecnología es vastísima en el mercado. Parece que los programas están excesivamente enfocados en producir un tipo de hombre competente y productivo. Los egresados buscan alcanzar el éxito laboral y económico a cualquier precio. Sin embargo, la crisis de valores es cada vez más acuciante y nos encontramos con jóvenes frágiles, propensos a la depresión, temerosos de adquirir compromisos. Algo debe estar fallando.

Me temo que en el ideario se ha desechado la dimensión sobrenatural, aquella que confiere dignidad y razón de ser. Como es algo que no produce dinero, no se atiende, pero la felicidad no está en la dimensión técnica, sino en la coherencia interior del sujeto. La realización está en la riqueza interior como respuesta a una vocación, no a unos intereses económicos.

Si no existe una espiritualidad, el tiempo de persona que estamos forjando resulta vacía, hueca, ¡light!

Debemos formar al joven interior, frente al exterior, que vive de los sentidos, que se rige por lo que “le gusta”. El predomino de la cultura de la diversión y del entretenimiento es una muestra de ello. Se trata de educar en la libertad y en la verdad, para saber ser uno mismo, auténtico.

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