III Domingo del Tiempo Ordinario

CATEQUESIS DE JESUCRISTO SOBRE NUESTRA ACTUACION EN EL REINO DE DIOS (Mc. 1,14-20)
 
La presencia de Jesucristo entre nosotros es la señal más clara del cumplimiento de la promesa de Dios Padre, de habitar entre nosotros de una manera más cercana, más humana, más plena y con trascendencia real hacia lo divino.

Jesucristo nos catequiza, sobre la manera de cómo hacer realidad y aprovechar su presencia entre nosotros: lo más importante en nuestra vida es adherirnos a Jesús, comprometiéndonos a seguirlo, a convivir con él, a orientar todo lo que somos y poseemos: nuestra familia y nuestro trabajo a fortificar nuestro acompañamiento y vida con Jesús.

Esta adhesión, esta convivencia y este compromiso, de darle a Dios el lugar más importante, nos indicarán de qué manera renunciar y desprendernos lo que nos aparte de Él; como lo hicieron los Ninivitas, al creer firmemente en la palabra del profeta, fe que manifestaron concretamente en renunciar a su vida de pecado y en realizar acciones concretas   como el ayuno, que consiste no tanto en privarse o reducir los alimentos, sino en alejarse realmente de sus vicios. Actitud recompensada inmediatamente por Dios al concederles su permanencia en la vida; actitud de adhesión y de compromiso a caminar junto a Dios y con Dios, que San Pablo (1 Cor. 7,29-31) recomienda encarecidamente, frente a los bienes que tenemos en esta vida, siempre orientarlos a convivir y a disfrutar la presencia de Dios entre nosotros, preludio seguro de nuestra vida eterna en el cielo.

Reino de Dios que Jesucristo quiere compartir con todos las personas de buena voluntad y que aman al Señor, como lo vemos , al llamar a hombres concretos y por su nombre a que lo sigan, a que convivan con Él; y desde esta experiencia fuerte con Jesucristo, la testimonien abierta y valientemente a todas las personas, si distinción, con que se encuentren, en el cumplimiento de la misión que Jesucristo les confió a los apóstoles: los discípulos no podían preocuparse por alguna cosa de este mundo, si fuese contraria a la llamada del Señor (San Basilio de Cesarea, Las Reglas vastas 8,1-2) y que hoy nos confía a cada uno de nosotros, según nuestra situación concreta y de acuerdo a cómo somos.

Aceptemos esta invitación de Cristo para encontrarnos con Él, para conocerlo, para convivir con él mismo, haciendo realidad el Reino de Dios en nosotros y en nuestra sociedad. Únicamente el fruto de esta experiencia fuerte de adherirnos a él, de comprometernos con él, sea lo que vamos a compartir y a testimoniar a nuestros hermanos, especialmente a aquellos que más necesitan del apoyo y sostén de Jesucristo, por medio de nosotros.

† Felipe Padilla Cardona.