2013-04-07 Radio Vaticana
(RV).- En el domingo que concluye la Octava de Pascua, intitulado por Juan Pablo II “de la divina misericordia”, en la oración del “Regina Coeli” con la muchedumbre de peregrinos reunidos en plaza san Pedro, papa Francisco saludó con las mismas palabras de Jesús resucitado: “Paz a ustedes” explicando que la paz “no es un saludo, ni menos un simple deseo: es un don, es más, el don precioso que Cristo ofrece a sus discípulos, después de haber pasado a través de la muerte y de los infiernos”. Esta paz dijo el obispo de Roma “es fruto de la victoria del amor de Dios sobre el mal, es el fruto del perdón. Y es propiamente así: la verdadera paz, aquella profunda, viene de hacer la experiencia de la misericordia de Dios”.
Refiriéndose a las apariciones de Jesús resucitado a sus discípulos en el Evangelio de Juan, papa Francisco retomó las palabras de Jesús: “Felices los que creen sin haber visto”. Podemos llamarla –dijo, la bienaventuranza de la fe. “En cada tiempo, en cada lugar, son felices aquellos que através de la Palabra de Dios, proclamada en la Iglesia y testimoniada por los cristianos, creen que Jesucristo es el amor de Dios encarnado, la Misericordia encarnada. Y esto vale para cada uno de nosotros”.
El Sucesor de Pedro añadió que junto con la paz, Jesús donó a sus discípulos el Espíritu Santo, “para que pudieran difundir en el mundo el perdón de los pecados. Ese perdón que solo Dios puede dar y que su precio es la sangre del Hijo”, para hacer crecer el Reino del amor, sembrar la paz en los corazones, para que se afirme también en las relaciones, en la sociedad, en las instituciones.
Francisco concluyó afirmando que el Espíritu echa de los Apóstoles el miedo y los empuja a salir para llevar el Evangelio.
“Tengamos también nosotros el coraje de testimoniar la fe en Cristo resucitado!, ¡No tengamos miedo de ser cristianos y de vivir como cristianos!
(Jesuita Guillermo Ortiz- RV).
Después del rezo del Regina Caeli:
«¡Queridos hermanos sean mensajeros y testigos de la misericordia de Dios!» Fue la exhortación que dirigió Francisco, después del rezo a la Reina del cielo, de este domingo. Cuando saludó cordialmente a los peregrinos que habían participado en la Santa Misa presidida por el Cardenal Vicario de Roma, en la iglesia romana del Santo Espíritu, centro de devoción de la Divina Misericordia.
Luego se dirigió con alegría a los numerosos miembros de Movimientos y Asociaciones presentes en esta cita mariana, en particular a las comunidades neocatecumenales de Roma, que empiezan una misión especial en las plazas de la Ciudad Eterna. El Santo Padre invitó a todos a llevar la Buena Noticia, a todos los ambientes de la vida, «con suavidad y respeto » (1 Pt 3,16)
En el tiempo pascual, hasta el día de Pentecostés, la comunidad cristiana, dirigiéndose a la Madre del Señor, la invita a alegrarse: «Regina caeli, laetare. Alleluia». «¡Reina del cielo, alégrate. Aleluya!». Así recuerda el gozo de María por la resurrección de Jesús, prolongando en el tiempo el «¡Alégrate!» que le dirigió el ángel en la Anunciación, para que se convirtiera en «causa de alegría» para la humanidad entera.