Lecturas del Martes, segunda semana de Pascua, ciclo C

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mar, 2013-04-09

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 32-37

En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno. José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé, que significa Consolado, que era levita y natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles.

Sal 92, lab. 1c-2. 5 R. El Señor reina, vestido de majestad.

El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder. R/.

Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno. R/.

Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 5a. 7b-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: -«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.» Nicodemo le preguntó: - «¿Cómo puede suceder eso?» Le contestó Jesús: - « Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.»

II. Compartimos la Palabra

San Lucas nos narra en la Primera Lectura la vida de la primitiva comunidad cristiana en Jerusalén. Así tendría que ser siempre una comunidad de seguidores de Jesús. Recordar el estilo de su vida y hacer de él el estilo de la nuestra. Así fue entonces y así es ahora. Aunque entonces y, particularmente, ahora, haya fallos y no todo sea tan idílico y ejemplar como nos lo pinta Lucas.

En el párrafo evangélico continúa el encuentro entre Jesús y Nicodemo en aquella noche transcendental para este y tan bien aprovechada por Jesús. Dos maestros, uno de la Ley, Jesús de la gracia y el Reino.

Todo es cuestión de fe

“Rabí –dice Nicodemo- sabemos que has venido de Dios, como maestro, porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él”. Pero Jesús, casi interrumpiéndole, le contesta: no basta con ver “signos”, también los ven los demonios, es necesario creer, o sea, ver el Reino. Una cosa es el conocimiento, la ciencia, el saber, y otra, mucho más profunda, creer, fiarse de la persona que realiza esos signos y confiar en él.

Viendo las reticencias junto con la sinceridad y buena voluntad de Nicodemo, Jesús le dice que hay que cambiar no ya de hábitos y costumbres sino de identidad, hay que hacerse otras personas, otros hombres, otras mujeres, hombres y mujeres del Espíritu en lugar de ser de la carne.

Nacer de nuevo

Jesús insiste en que “hay que nacer de nuevo”, “hay que nacer del Espíritu”, para poder cumplir con la misión de “ver el Reino de Dios”. Sólo con la carne no podemos, necesitamos el Espíritu, nacer de nuevo del Espíritu. A Nicodemo esto le pareció, en principio, muy fuerte. No así a nosotros, que le hemos oído a Jesús hablar repetidamente de que quien salva es Dios, no el hombre con sus obras y méritos. La salvación no se compra, se acepta y se recibe como don. Por eso tenemos que “hacernos como niños” totalmente dependientes de nuestro Padre Dios. Lo contrario, es nacer de la carne, ser carne; y el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.

Jesús, al hablar del agua, está refiriéndose al bautismo; al citar la fe –“si no creéis”, “¿cómo creeréis?, “todo el que cree en él”- está pensando en el Espíritu; y, el “nacer de nuevo” significa una conversión. Nacemos, espiritualmente hablando, en el bautismo, en el agua. Pero, a partir de ese momento, será el Espíritu quien tome las riendas de nuestra vida para ir transformándola, transfigurándola e impregnándola de las actitudes y valores del Reino.
Nicodemo estaba muy bien preparado y muy bien formado y, además, buscaba la verdad. hora Jesús le propone dar un paso más: pasar del conocimiento frío y externo de las Escrituras a aceptar el don de Dios, el don del Padre; a dejarse guiar por el Espíritu y entrar en la dinámica de los hijos de Dios para “tener vida eterna”.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino