Se destaca por su profunda oración, humildad, pobreza y penitencia. Servidor de pobres y moribundos. No lo aceptan en las comunidades religiosas, lo deja todo para vivir como mendigo dedicado a la oración especialmente ante la Eucaristía.
Benito José Labré fue el primero de los 15 hijos de Jean-Baptiste Labré y Anne-Barbe Grandsire. Nació el 26 de Marzo de 1748 en Amettes, Francia.
Se conoce por su director espiritual que desde pequeño tenía una inclinación a la oración y la mortificación.
Los padres de Benito José, reconocieron en él sus muestras de piedad por lo que decidieron enviarlo a sus doce años con su tío Francois-Joseph Labré, sacerdote parroquial en Erin. Allí Benito progresó considerablemente en sus estudios de Latín, Historia y otras materias. Sin embargo, no se sentía llamado al sacerdocio sino a ser monje Trapense. Como era aún menor de edad su tío lo envió a pedir el consentimiento de sus padres quienes a su vez se lo negaron.
Benito, entonces, volvió con su tío a Erin donde redobló sus penitencias y actos de piedad en preparación para la vida que anhelaba.
En 1766 su tío falleció durante una epidemia y Benito, que se había dedicado al servicio de los pobres y moribundos regresó a Amettes a pedir, una vez más, la bendición de sus padres para ingresar a la orden de los Trapenses. Estos, temiendo que su oposición ofendiera a Dios, le dieron su permiso. Un tío materno, sin embargo, sugirió su entrada con los Cartujos de Valaldegonde.
Su aplicación fue rechazada por los Cartujos; pero Benito fue dirigido a otro monasterio de la orden en Neuville. Allí le dijeron que como no tenía todavía 20 años no había ninguna prisa y mientras esperaba podría aprender lógica. Durante los próximos dos años Benito continuó aplicando sin éxito al monasterio de La Trappe. Entonces decidió regresar a Neuville donde estuvo 6 semanas como postulante con los Cartujos. Como parecía no estar llamado a esta orden, obtuvo admisión con los Cistercienses en Sept-Fonts en Noviembre de 1769.
Durante su estadía en Sept-Fonts fue gran ejemplo para toda la comunidad por su humildad y exactitud en la observancia de la fe. Desafortunadamente, por problemas de salud, se decidió que su vocación era otra. Una vez recobrada su salud, cruzó los Alpes hacia Italia y desde Chieri in Piedmont escribió una carta a sus padres, la última que recibirían de él, pidiéndoles que le perdonaran por los inconvenientes que les causó y les informaba su intención de entrar en un monasterio en Italia.
Durante este tiempo, tuvo una iluminación interior en la que entendía que era la voluntad de Dios que dejara su país, su familia y sus posesiones para vivir una vida de mortificación en medio de la gente y no en un claustro, visitando como peregrino los lugares de devoción Cristiana. Durante el resto de su vida, nunca dudó que esta fuera la voluntad del Señor. Benito sometió esta inspiración a su confesor quien le aconsejó seguirla sin preocupación.
Benito empezó sus peregrinaciones vistiendo un abrigo viejo, con un rosario en el cuello y otro entre sus dedos y con sus manos abrazando un crucifijo que llevaba al pecho. En una bolsa pequeña llevaba una copia del Nuevo Testamento, un breviario que recitaba diariamente, y una copia de la Imitación a Cristo. La única ropa que tenía era la que llevaba puesta. Dormía al aire libre y en el piso. Se procuraba la comida ya sea del basurero o sobras que recibía. Nunca pidió limosna y si la recibía usaba una pequeña cantidad y lo demás lo repartía entre los demás pobres.
Benito era no solo estricto en su pobreza sino también en su comportamiento, hablaba raramente y la mayoría del tiempo permanecía absorto en la meditación. Pasaba días enteros rezando en las iglesias y estaba tan absorto que perdía noción de sus alrededores.
Una penitencia que Benito practicaba al extremo era la de no bañarse. En sus primeros años como peregrino visitó las principales basílicas en Europa incluyendo Loreto, Asís, Nápoles, Bari Fabriano en Italia, Einsinden en Suiza, Compostela en España y Paray-le-Monial en Francia. Los últimos 6 años de su vida los pasó en Roma de donde salía solo una vez al año para peregrinar a Loreto.
Mientras vivía en Roma dormía en el Coliseo y visitaba las iglesias, especialmente las que practicaban la devoción de las 40 horas. Allí, pasaba horas en contemplación de nuestro Señor Eucarístico, por lo que muchos le llamaban el santo de las 40 horas. Muchos fueron movidos a un amor más ardiente por la Eucaristía por el ejemplo de este santo.
Debido a su salud debilitada Benito José fue obligado a pasar las noche en un hospicio para hombres. Los administradores vivían impresionados por las virtudes de este santo en especial su humildad y piedad. Benito era siempre el último en recibir su porción de alimento que casi siempre cedía a quien el consideraba tenía más hambre. Y a pesar de su grave enfermedad, que contrajo a principios de la Cuaresma de 1783, el santo se negó a abandonar sus prácticas de piedad.
Benito José acudió por última vez a Misa en su Iglesia favorita, Santa María dei Monti, el miércoles de Semana Santa. Al salir de la iglesia se desvaneció ante la mirada sorprendida de la gente de entre la cual un carnicero se apresuró a llevarse al Santo a su casa. Después de recibir los sacramentos Benito José Labré murió el 16 de Abril a las ocho de la noche y la noticia se divulgó de inmediato por las calles, "el Santo murió".
El entierro fue en la iglesia de Santa María dei Monti donde en vida permanecía muchas horas contemplando a la Madona y donde todavía hasta hoy permanecen sus restos. Después de su muerte, muchos milagros se han concedido por la intercesión de Benito José. Su director espiritual relata que hay alrededor de 136 milagros certificados. Benito José Labré, el "Santo Mendigo de Roma" fue canonizado por el Papa León XIII el 8 de Diciembre de 1881.