IV Domingo de Pascua, ciclo C

CATEQUESIS DE JESUCRISTO SOBRE UNA EXPERIENCIA DE FE CON EL (Jn. 10, 27-30)

Escrito por: S.E. Don Felipe Padilla Cardona

En aquel tiempo, dijo Jesús:
— «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre.

El Padre y yo somos uno».

Jesús con claridad y decisión nos invita a que escuchemos su voz, su enseñanza, que nos indicará el camino a seguir en nuestra vida; pero Jesús nos dice algo más: que nos conoce, que nos ama, que saboreemos su cariño, que no cambia, ni cambiará hacia cada uno de nosotros; y nos invita a que lo sigamos, a que vivamos nuestra existencia siempre en su compañía. Seguimiento que nos enriquecerá más, si compartimos estas experiencias de fe con los demás, como Pablo lo hizo en su tiempo, a pesar del rechazo en aceptar su misión: “la Palabra de Dios debía ser predicada primero a ustedes; pero como la rechazan y no se juzgan dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos” (Hch. 13, 46).

Si vivimos nuestra existencia acompañando a Jesús, no obstante el sinnúmero de dificultades que se nos presentarán, él nos promete la vida eterna; y por consiguiente no pereceremos, ni nadie nos arrebatará de su mano: “Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano”. Pues nosotros si vivimos de acuerdo a la voluntad de nuestro Pastor Jesús, tomaremos conciencia que somos un don que nuestro Padre Dios le ha regalado a su Hijo. Y apoyados en tan maravilloso fundamento: Jesucristo y nuestro Padre Dios, estaremos capacitados fuertemente para construir con ellos y con los hermanos, con quien compartimos nuestra experiencia de encuentro con Jesucristo, poco a poco, pero de una manera segura y alegre nuestro destino eterno en la casa paterna.

Como nos lo presenta, ya como una feliz realidad el Apocalipsis, donde se nos describe la vida gloriosa de todos los que compartieron su vida de fe, con Jesucristo: “Todos estaban de pie, delante del trono y del cordero; iban vestidos con una túnica blanca y llevaban palmas en las manos” (7,9). Donde se alude ciertamente a la liturgia de la fiesta de los tabernáculos, celebrada en otoño por el pueblo de Dios, en la cual el pueblo entraba en procesión en el recinto del templo agitando palmas y cantando el salmo 118, cuyo versículo 25 contiene esta oración: sálvanos ahora ¡hosannah!, y “ellos proclamaban a alta voz: la salvación es de nuestro Dios que está sentado sobre el trono y el Cordero” (Apc. 7,10). Figura hermosa que llegará seguramente a su plenitud cuando estemos todos los seguidores de Jesús en la casa paterna.
Que esta experiencia de encuentro de fe con Jesucristo, nos siga iluminando y animando a repetirlas y a lanzarnos a compartirlas con nuestros hermanos, pues es la misión que Jesucristo nos señala, si queremos seguirlo en esta vida, y construir con él y con Dios Padre, nuestra vida eterna.