TEODORO nació en Sikeon de Galacia, en Asia Menor. Era hijo de una prostituta, pero desde niño manifestó tan marcada inclinación a la plegaria que con frecuen- cia se privaba de la comida en la escuela para ir a orar en la iglesia. Era todavía muy joven y ya llevaba vida de solitario, primero en el sótano de su casa y después cu una capilla abandonada. Deseoso de alejarse todavía más del mundo, se retiro algún tiempo a una montaña desierta. En una peregrinación que hizo a Jerusalen, tomó el hábito monacal y recibió la ordenación sacerdotal de manos del obispo. Llevaba una vida terriblemente austera. Solo comida verduras y en poca cantidad; usaba sobre el cuerpo un cilicio de acero. Dios le con- cedió el don de profecía y el de obrar milagros. En otro viaje a Tierra Santa, San Teodoro obtuvo, con sus oraciones, una abundante lluvia después de una larga sequía.
El santo fundó varios monasterios; entre los más notables figuran el que se encontraba cerca de un antiguo santuario de San Jorge, a quien Teodoro profesaba gran devoción, y el monasterio de Sikeon, en su ciudad natal. San Teodoro fue abad de este último, aunque siguió viviendo la mayor parte del tiempo en una apartada celda. Mauricio, el comandante del ejército del emperador Tiberio, fue a ver a San Teodoro al volver de su victoriosa campaña en Persia; el santo le predijo entonces su ascensión al trono imperial. La profecía se cumplió el año 582 y Mauricio se encomendó a sí mismo y a todo su Imperio a las oraciones de San Teodoro. Casi por fuerza, Teodoro fue consagrado obispo de Anastasiópolis, puesto para el que se sentía totalmente inepto. Finalmente, al cabo de diez años, obtuvo permiso de renunciar a su sede. En seguida se retiró, lleno de gozo, a Sikeon. Poco después, tuvo que ir a Constantinopla a bendecir al emperador y al senado. Ahí curó a uno de los hijos del emperador de una enfermedad de la piel, que tal vez era la lepra. San Teodoro murió en Sikeon el 22 de abril del año 613. Durante su vida había trabajado mucho por propagar el culto de San Jorge.
Uno de sus contemporáneos escribió una larga biografía de San Teodoro. Para nuestro gusto moderno, hay ahí demasiados milagros y encuentros con el demonio, aparte de lo que el historiador Baynes llama "portentosa retórica que, con frecuencia, convierte la lectura de las obras hagiográficas bizantinas en un verdadero martirio para la carne". A pesar de ello, se trata de una obra fascinante, que el mismo historiador considera como "la mejor descripción que existe sobre la vida en Asia Menor en la época bizantina, antes de las invasiones de los árabes".
Alban Butler - Vida de los Santos