Magnanimidad en la humildad

2013-04-26 L’Osservatore Romano
Magnanimidad en la humildad. Es el estilo de vida del cristiano que quiera realmente ser testigo del Evangelio hasta los extremos confines del mundo. La forma de este estilo de ser «misioneros en la Iglesia» la delineó el Papa Francisco el jueves 25 de abril, por la mañana, durante la ya acostumbrada celebración de la misa en la capilla de la Domus Sanctae Marthae.

Entre los concelebrantes, el arzobispo Nikola Eterović, secretario general del Sínodo de los obispos, y monseñor Eduardo Horacio García, auxiliar de Buenos Aires. Participaron en la celebración los religiosos y laicos que trabajan en la Secretaría del Sínodo de los obispos, un grupo de gendarmes de la Ciudad del Vaticano con el comandante, Domenico Giani, y numerosas familias.

Como siempre, el Pontífice comentó las lecturas del día, tomadas de la primera Carta de san Pedro (5, 5-14) y del evangelio de san Marcos (16, 15-20). «Jesús, antes de subir al cielo, envía a los apóstoles a evangelizar, a predicar el reino. Los envía hasta los confines del mundo. “Id por todo el mundo”», agregó. Y luego subrayó la universalidad de la misión de la Iglesia, poniendo de relieve el hecho de que Jesús no dice a los apóstoles que vayan a Jerusalén o a Galilea, sino que los envía a todo el mundo. Por lo tanto, abre un horizonte grande. De ello se puede comprender la auténtica dimensión de la «misionariedad de la Iglesia», que sigue adelante predicando «a todo el mundo. Pero —advirtió el Papa— no sigue adelante sola; va con Jesús».

Por lo tanto, los apóstoles partieron y predicaron por doquier. Pero «el Señor —precisó— actuaba junto con ellos. El Señor trabaja con quienes predican el Evangelio. Esta es la magnanimidad que deben tener los cristianos. Un cristiano pusilánime no se comprende. Es propio de la vocación cristiana esta magnanimidad: cada vez más, cada vez más; siempre adelante».

Sin embargo —advirtió— puede también suceder algo «que no sea tan cristiano». A este punto, «¿cómo debemos seguir adelante? ¿Cuál es el estilo que quiere Jesús para sus discípulos en la predicación del Evangelio, en esta misionariedad?», se preguntó el Pontífice. E indicó la respuesta en el texto de san Pedro, quien «nos explica un poco este estilo: “Revestíos todos de humildad en el trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, mas da su gracia a los humildes”. El estilo de la predicación evangélica gira entorno a esta actitud, la humildad, el servicio, la caridad, el amor fraterno».

El Papa imaginó luego la posible objeción de un cristiano ante el Señor que propone este estilo: «“Pero Señor, nosotros debemos conquistar el mundo”». Y mostró aquello que es erróneo en esta actitud: «Esta palabra, “conquistar”, no funciona. Nosotros debemos predicar en el mundo. El cristiano no debe ser como los soldados que cuando vencen la batalla arrasan con todo, con todo».

A este punto el Papa Francisco hizo referencia a un texto medieval donde se narra que los cristianos, después de vencer una batalla y conquistar una ciudad, pusieron en fila a todos los paganos entre el baptisterio y la espada, imponiéndoles elegir: el agua, es decir, el bautismo, o el arma, es decir la muerte. Y afirmó: «Este no es el estilo del cristiano. Su estilo es el de Jesús, humilde».

El cristiano —explicó— «predica, anuncia el Evangelio con su testimonio más que con las palabras. Un obispo sabio de Italia me decía hace pocos días: “Algunas veces nosotros causamos confusión o pensamos que nuestra predicación evangélica debe ser una salus idearum y no una salus animarum, la salud de las ideas y no la salud de las almas. Pero, ¿cómo se llega a la salud de las almas? Con la humildad, con la caridad. Santo Tomás tiene una frase bellísima sobre esto: “Es como ir hacia el horizonte que no termina nunca porque siempre hay un horizonte”. Y entonces, ¿cómo proceder con esta actitud cristiana? Él dice que no nos asustemos de las cosas grandes. Seguir adelante, teniendo en cuenta también las cosas pequeñas. Esto es divino. Es como una tensión entre lo grande y lo pequeño; los dos, esto es cristiano. La misionariedad cristiana, la predicación del Evangelio de la Iglesia, va por este camino».

La confirmación está precisamente en el evangelio de san Marcos. El Papa lo destacó: «No se puede proceder de otro modo. Y en el Evangelio, al final, hay una frase bellísima cuando dice que Jesús obraba siempre con ellos y “confirmaba la palabra con los signos que lo acompañaban”. Cuando nosotros vamos con esta magnanimidad y también con esta humildad, cuando no nos asustamos de las cosas grandes, de este horizonte, pero tomamos también las cosas pequeñas, como la humildad y la caridad cotidiana, el Señor confirma la Palabra y seguimos adelante. El triunfo de la Iglesia es la resurrección de Jesús. Antes está la cruz».

«Pidamos al Señor —concluyó— que lleguemos a ser misioneros en la Iglesia, apóstoles en la Iglesia, pero con este espíritu: una gran magnanimidad y también una gran humildad».