SAN NICETAS fue, en su juventud, recaudador de impuestos en Pereaslav, cerca de Rostov. Las gentes le odiaban por su mala vida y por la forma implacable con que ejercía su oficio. Finalmente, la gracia tocó el corazón de Nicetas, quien quedó muy impresionado al oír citar un día las palabras del profeta Isaías (i, 16) : "Lávate y ponte limpio .. . Cesa de hacer el mal. . . Aprende a hacer el bien". Abandonó entonces a su esposa, su casa y todas sus posesiones, se retiró a un monasterio y se entregó a la penitencia. Llevaba sobre el cuerpo un cilicio de metal y vivía en una columna como los antiguos estilitas.
No sabemos cuánto tiempo vivió así; pero, cuando murió, las aristas del cilicio estaban gastadas y bruñidas de tanto frotar la piel del santo. Aquel instrumento de mortificación fue la causa de la muerte de Nicetas, pues unos ladrones le asesinaron para apoderarse del cilicio, en la creencia de que era de plata. Por ello se venera al santo como mártir. San Nicetas obró tantas curaciones en vida y después de su muerte, que el pueblo le llamaba "el Santo de los Milagros".
Alban Butler - Vida de los Santos