Lecturas del martes, octava semana del tiempo ordinario, ciclo C

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mar, 2013-05-28

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro del Eclesiástico 35,1-15:

El que observa la ley hace una buena ofrenda, el que guarda los mandamientos ofrece sacrificio de acción de gracias; el que hace favores ofrenda flor de harina, el que da limosna ofrece sacrificio de alabanza. Apartarse del mal es agradable a Dios, apartarse de la injusticia es expiación. No te presentes a Dios con las manos vacías; esto es lo que pide la ley. La ofrenda del justo enriquece el altar, y su aroma llega hasta el Altísimo. El sacrificio del justo es aceptado, su ofrenda memorial no se olvidará. Honra al Señor con generosidad y no seas mezquino en tus ofrendas; cuando ofreces, pon buena cara, y paga de buena gana los diezmos. Da al Altísimo como él te dio: generosamente, según tus posibilidades, porque el Señor sabe pagar y te dará siete veces más. No lo sobornes, porque no lo acepta, no confíes en sacrificios injustos; porque es un Dios justo, que no puede ser parcial.

Sal 49,5-6.7-8.14.23 R/. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios

Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. R/.

«Escucha, pueblo mío, me voy a hablarte;
Israel, voy a dar testimonio contra ti;
yo, Dios, tu Dios.
No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.» R/.

«Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo.
El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.» R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,28-31:

En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.»
Jesús dijo: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones–, y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros.»

II. Compartimos la Palabra

Hoy, en la Primera Lectura, se nos habla del sentido de la ofrenda y de las ofrendas. Ofrendas son los sacrificios, sobre todo rituales, que ofrecemos a Dios en el Templo: “no te presentes a Dios con las manos vacías”. Ofrenda es la persona que se convierte ella misma en sacrificio, la que se aparta de la injusticia y del mal, procurando siempre agradar a Dios.

En el Evangelio, Pedro se interesa por el “salario”. Algo así como: ¿qué y cuánto nos vas a dar a los que lo hemos dejado todo y te hemos seguido? Concepto del seguimiento muy inmaduro todavía, que Pedro y los demás irán purificando y aclarando en su contacto con Jesús. Nosotros aprovechamos la respuesta de Jesús para reflexionar sobre dos realidades siempre importantes.

La nueva familia del Reino

La respuesta de Jesús a Pedro no significa la supresión del cuarto mandamiento o de las relaciones familiares. Jesús distingue los lazos familiares legales y de sangre y los lazos de la fe y la gracia. La fe, la gracia, el Reino, no se heredan; son un don que se acepta y se acoge, dando lugar a una familia nueva y a unos lazos familiares nuevos dentro de esta familia. Sin destruir los de la sangre, superándolos.

Jesús dejó claro, en otro momento de su vida, lo definitivo de la nueva familia del Reino: “¿Quiénes son mi madre y quiénes son mis hermanos? Y, señalando a sus discípulos, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12,48-50).

Dos matices: cuantos pertenezcan a esta nueva familia, recibirán el ciento por uno en esta vida. Se trata más que de cantidad, de calidad. Esta experiencia la tienen los que, al entregarse a los demás, esa entrega revierte en ellos, y la paz y bondad que entregan les convierte a ellos y ellas en personas más pacíficas y bondadosas. El segundo matiz es: “con persecuciones”, haciendo ver que la cruz es inherente a todo ser humano por el mero hecho de serlo. A los seguidores de Jesús, también.

¿Qué es la vida eterna?

Me refiero a la vida eterna prometida por Jesús a sus seguidores. Sí, hay que empezar diciendo que la vida eterna es la vida futura. Pero, si no lo matizamos podríamos entenderlo mal. Dejemos que nos lo explique el Papa Emérito Benedicto XVI, en su libro sobre Jesús de Nazaret: “La expresión vida eterna no significa la vida que viene después de la muerte -como tal vez piensa de inmediato el lector moderno- en contraposición a la vida actual, que es ciertamente pasajera y no una vida eterna. Vida eterna significa la vida misma, la vida verdadera, que puede ser vivida también en este tiempo y que después ya no puede ser rebatida por la muerte física. Esto es lo que realmente interesa: abrazar ya desde ahora la vida, la vida verdadera, que ya nada ni nadie puede destruir”.

Vida eterna, según esto, es la vida misma cuando todo lo temporal está lleno de lo espiritual, y cuando la persona humana vive desde ahora una vida de hijo, hija, de Dios, es decir, eterna. Es la forma de unir estrechamente lo temporal con lo eterno, lo divino con lo humano, a Dios con el hombre.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino