San Cecilio

Date: 
Jueves, Junio 3, 2021

EN EL Martirologio Romano se conmemora en este día a San Cecilio, como a "un sacerdote de Cartago que logró la conversión de San Cipriano a la fe de Cristo". Alban Butler dedica casi diez páginas a este santo, pero se funda en una suposición incierta: la de que este Cecilio es el mismo cuya conversión al cristianismo relata Minucius Félix en el tratado apologético que ha llegado hasta nosotros con el nombre de Octavias. En dicho libro se desarrolla una discusión sobre la religión cristiana en forma de diálogo; los interlocutores son el propio Minucius, su amigo Octavio y el todavía pagano Cecilio. La argumentación termina felizmente, cuando los dos amigos convencen al tercero sobre las verdades del cristianismo. Es muy probable que este Cecilio Natalis haya sido un personaje histórico, magistrado principal en Cirta, ciudad del África, por el año 210 P.C.; pero hay razones poderosas que impiden iden- tificarlo con el Cecilio que fue instrumento para la conversión de San Cipriano.

A pesar de la frase que adopta el Martirologio Romano, tomada del De Viris Ilustribus de San Jerónimo, hay pruebas concretas, extraídas de entre los mejores manuscritos de la biografía de San Cipriano, escrita por su diácono Poncio, en el sentido de que era Ceciliano y no Cecilio el nombre del maestro cristiano que conquistó la voluntad y la razón de Cipriano con sus argumentos y su ejemplo. Se puede dar por cierto que se trataba de un hombre de edad avanzada y que San Cipriano vivió en su casa durante algún tiempo después de su conversión, puesto que, lleno de veneración y de respeto, suele llamarle "el padre de mi nueva vida". Por otra parte, Poncio nos dice que Ceciliano, en su lecho de muerte, confió a su esposa y a sus hijos al cuidado de su amado converso. Aunque es muy posible que Alban Butler esté equivocado al aferrarse a la idea de que el "Octavius" de Minucius Félix tiene que ver con el sujeto de su artículo, pone fin a su relato con una reflexión profunda que merece ser considerada por todos aquellos que emprendan una discusión.

Es una gran prueba de verdadera virtud, dice, un triunfo bello aunque raro sobre el orgullo, el que un hombre culto e instruido se confiese vencido por la verdad en una controversia. El orgullo se rebela ante la oposición y, por mucho que el entendimiento pueda llegar a convencerse, la voluntad se torna por ello más adversa a ceder y más se obstina en el error. Si se tiene esto muy en cuenta, aquél que trate de atraer a otro hacia la verdad, deberá tener mucho cuidado de no despertar o poner en guardia a un enemigo tan peligroso como el orgullo y hacer, en cambio, el intento de insinuar su buen razonamiento por medios tan indirectos y sutiles, que su oponente llegue a sentirse como el dominante en la discusión. Nuestros tres oponentes (en el Octavius) resultan al fin vence- dores, porque los tres entraron a la disputa armados con la docilidad, la caridad y la humildad; ninguno era como esos estudiosos llenos de vanidad que gustan de sostener una opinión, no por amor a la verdad, sino porque, como lo dice San Agustín, la opinión es suya. En aquella amable reunión, a pesar de que todos podían ufanarse de haber hecho una conquista, ninguno más que Cecilio, el vencido, tenía razones para regocijarse por su victoria. Cecilio, al doblegar su orgullo y reconocer sus errores, consiguió un triunfo incomparable. De acuerdo con la máxima de un gran hombre: "Cuando nuestra voluntad consienta en admitir plenamente la verdad, sólo entonces podremos considerarnos vencedores".

Alban Butler - Vida de los Santos