TODO LO que en realidad se sabe acerca de San Felipe, se encuentra en los Hechos de los Apóstoles. Su nombre sugiere que era de origen griego, pero San Isidoro de Pelusium afirma que había nacido en Cesárea. Su nombre figura en segundo lugar en la lista de los siete diáconos especialmente destinados, en los primeros días de la Iglesia, a cuidar al núcleo de rieles necesitados de protección e instrucción, a fin de que los Apóstoles quedaran desligados de esa obligación y pudieran dedicarse exclusivamente a difundir la "Palabra". Sin embargo, no tardó en ampliarse la tarea de los diáconos, puesto que asistían al sacerdote en el ministerio de la Eucaristía, bautizaban en la ausencia del sacerdote y también ellos predicaban el Evangelio. San Felipe, especialmente, ponía tanto en- tusiasmo en la misión de extender la nueva fe, que se le dio el sobrenombre de "Evangelista". Cuando los discípulos se dispersaron, después del martirio de San Esteban, él llevó la luz del Evangelio a Samaría. El gran éxito que obtuvo indujo a los Apóstoles a enviar, desde Jerusalén, a San Pedro y a San Juan, para confirmar a los conversos. Entre éstos se hallaba Simón Mago, a quien Felipe había bautizado. Probablemente, el diácono se encontraba aún en Samaria, cuando un ángel le dio instrucciones para que se dirigiese al sur, hacia el camino que llevaba de Jerusalén a Gaza. Ahí encontró Felipe a uno de los altos funcionarios de la reina Candace de Etiopía. El hombre, que sin duda era un africano prosélito de los judíos, iba en viaje de regreso luego de una peregrinación al Templo de Jerusalén y se hallaba sentado sobre una carreta, abstraído y desconcertado por las profecías de Isaías que estaba leyendo. San Felipe se le acercó para explicarle que los vaticinios del profeta ya se habían cumplido totalmente, con la encarnación, el nacimiento y la muerte de Jesucristo. El etíope creyó y fue bautizado. El Espíritu de Dios condujo después a San Felipe hacia Azotus, donde predicó lo mismo que en todas las ciudades por las que pasaba, hasta llegar a Cesárea, que tal vez era su lugar de residencia. Unos veinticuatro años después, cuando San Pablo visitó Cesárea, se hospedó en la casa donde San Felipe vivía con sus cuatro hijas solteras, que eran profetisas. De acuerdo con una tradición griega posterior, San Felipe llegó a ser obispo de Tralles, en Lidia.
Alban Butler - Vida de los Santos