San Antonio de Padua: La caridad es el alma de la fe

de Eugenio Andrés Lira Rugarcia
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM

Hoy celebramos la memoria de san Antonio de Padua, quien nació en Lisboa hacia 1195. Ingresó en los Canónigos que seguían la Regla monástica de san Agustín, donde se dedicó al estudio de la Biblia y de los Padres de la Iglesia. Pero en Coimbra, al venerar las reliquias de los primeros cinco misioneros franciscanos que habían sufrido el martirio en Marruecos, decidió hacerse Fraile Menor y partir a Marruecos. Sin embargo, a causa de una enfermedad, tuvo que regresar a Italia, donde participó en el "Capítulo franciscano” en Asís, en el que se encontró con san Francisco.

Viendo sus superiores que contaba con gran ciencia y elocuencia, lo destinaron a la predicación, que ejerció en Italia y en Francia, ayudando a muchas personas a regresar al buen camino. En Bolonia fue nombrado uno de los primeros maestros de teología de los Frailes Menores, y luego, fue elegido superior provincial en el norte de Italia. Cuando concluyó esta encomienda, se retiró cerca de Padua, donde, murió en 1231. Fue canonizado un año después por el Papa Gregorio IX, quien en una ocasión que le escuchó predicar lo definió “Arca del Testamento”. En 1946 el venerable Papa Pío XII, lo proclamó Doctor de la Iglesia

En sus “Sermones”, en los que comenta los textos de la Sagrada Escritura presentados por la liturgia, utilizando la interpretación de la patrística, san Antonio explica que la oración es una relación de amor que impulsa a conversar con Dios, que requiere cuatro actitudes: abrir confiadamente el corazón a Dios; conversar afectuosamente con Él; presentarle nuestras necesidades; y alabarlo y darle gracias.

También explica que “La caridad es el alma de la fe” (Sermones Dominicales et Festivi II, Messaggero, Padua 1979, p. 37). Por eso, exhortaba a los ricos a ser generosos con los pobres, para que luego ellos los recibieran en el Cielo, “donde existe… la serenidad de la saciedad eterna” (ibíd., p. 29). Reflexionando esto, Benedicto XVI señalaba que en la actual época de crisis financiera y desequilibrios económicos que crean condiciones de miseria, “la economía tiene necesidad de una ética, amiga de la persona, para su correcto funcionamiento” (Caritas in veritate, n. 45).

San Antonio invitaba a todos a mirar a Cristo en la cruz, y decía: “Si miras bien (el crucifijo), podrás darte cuenta de cuán grandes son tu dignidad humana y tu valor... En ningún otro lugar podemos comprender mejor lo que valemos” (Sermones Dominicales et Festivi III, pp. 213-214). “Meditando estas palabras –decía Benedicto XVI– comprendemos mejor la importancia del Crucifijo para nuestra cultura, para nuestro humanismo nacido de la fe cristiana… contemplando el Crucifijo vemos, como dice san Antonio, cuán grande es la dignidad humana… (y) cuánto valemos… porque (para) Dios… somos dignos de su sufrimiento” (Audiencia, 10 de febrero 2010).

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