Nuevo llamamiento del Papa: un fin a la interminable violencia e inseguridad de la población de oriente medio

Ciudad del Vaticano, 20 junio 2013 (VIS).-El Papa ha recibido esta mañana a los participantes en la LXXXVI asamblea plenaria de la ROACO (Reunión de las Obras para la Ayuda a las Iglesias Orientales). Ese organismo, bajo el patrocinio de la Congregación para las Iglesias Orientales, está formada por diversas organizaciones en todo el mundo, entre ellas, la "Catholic Near East Welfare Association", “Ayuda a la Iglesia Necesitada, Renovabis, "Oeuvre d'Orient" que facilitan ayuda financiera y espiritual a los miembros de la Iglesia en Oriente.

Francisco ha dado las gracias “por la fidelidad a Cristo, al Evangelio y a la Iglesia de que los orientales católicos han dado prueba a lo largo de los siglos haciendo frente a cualquier fatiga por el nombre cristiano y conservando la fe... Como mis predecesores os aliento y os sostengo en el ejercicio de la caridad que es el único motivo de orgullo de los discípulos de Jesús. Una caridad que brota del amor de Dios en Cristo; la Cruz es su vértice, signo luminoso de la misericordia y la caridad de Dios hacia todos, que se ha volcado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo... Os pido que me acompañéis en la tarea de unir la fe a la caridad que es característica del servicio petrino”.

El Papa ha instado a los miembros de Roaco a proseguir su obra de realización de proyectos que den la prioridad a la formación, sobre todo de los jóvenes, sin olvidar que tales proyectos “deben ser una señal de la profesión del amor de Dios que constituye la identidad cristiana”.

“La presencia de los Patriarcas de Alejandría de los Coptos y de Babilonia de los Caldeos, así como de los representantes pontificios en Tierra Santa y Siria, del obispo auxiliar del Patriarca de Jerusalén y del Custodio de Tierra Santa -ha concluido Francisco- me lleva con el corazón a los Santos Lugares de nuestra redención, pero, reaviva también en mí la viva preocupación eclesial por la condición de tantos hermanos y hermanas que viven en una situación de inseguridad y de violencia que parece interminable y no ahorra ni a los inocentes ni a los más débiles. A nosotros, los creyentes, junto con la solidaridad concreta, se nos pide la oración constante y confiada para que el Señor conceda la deseada paz. Una vez más quisiera desde lo más profundo de mi corazón lanzar un llamamiento a los responsables de los pueblos y de los organismos internacionales, a los creyentes de todas las religiones y a los hombres y mujeres de buena voluntad para que se ponga fin a cualquier dolor, violencia, discriminación religiosa, cultural y social. El enfrentamiento que siembra muerte deje espacio al encuentro y a la reconciliación que da la vida. Digo con fuerza a todos los que sufren:¡No perdáis la esperanza! ¡La Iglesia está a vuestro lado, os acompaña y os sostiene!. Os pido que hagáis todo lo posible para aliviar las graves necesidades de las poblaciones afectadas, en particular la de Siria, las gentes de la amada Siria, los prófugos y refugiados que son cada vez más numerosos... Os lo repito. Acordaos en vuestras oraciones de la Iglesia de Siria... Jesús vigilará sobre su caridad y la vuestra. Confío al Señor de la vida las víctimas innumerables e imploro a la Santísima Madre de Dios para que consuele a cuantos están en la “gran tribulación”. Y es verdad, la de Siria, es una gran tribulación”.