2013-06-22 L’Osservatore Romano
Ningún texto formal ni palabras de ocasión: sólo «reflexiones sencillas» para expresar lo que «viene de dentro», que «me preocupa». Inicia así el Papa Francisco su discurso a los representantes pontificios reunidos en Roma para vivir juntos dos jornadas de oración y reflexión en el marco de las celebraciones del Año de la fe.
El viernes 21 de junio, por la mañana, en la sala Clementina, el Pontífice encontró a 150 representantes pontificios con quienes reflexionó sobre una delicada así como fundamental misión al servicio de la Iglesia.
Una misión de mediación –precisó el Santo Padre– a través de la cual favorecer la comunión en la Iglesia universal. Un trabajo importante –prosiguió– que, para cumplirlo, es necesario no sólo «conocer los documentos» sino también tener «una relación personal con el Obispo de Roma» además de una familiaridad con Cristo. Y añadió un tercer elemento reconociendo la vida de sacrificio –una «vida de nómadas» la definió– que viven los nuncios: la «maleta en mano», casi «una mortificación», comentó.
Y como si no bastase, a lo largo de este itinerario, los representantes pontificios corren siempre el riesgo de ceder a la que con De Lubac el Papa llama «mundanidad espiritual», que «lleva a actuar por la propia realización y no por la gloria de Dios». Pero –advirtió el Papa– «ceder al espíritu mundano expone sobre todo a nosotros los pastores al ridículo». Finalmente, pero no en último lugar, el Papa recordó a los diplomáticos la importancia de la tarea de escoger y señalar a los candidatos al episcopado.
Al final de su discurso, el Papa Francisco invitó a los representantes pontificios a acercarse al micrófono y tomar la palabra libremente sobre las cuestiones que más les preocupan. Fueron once las intervenciones. Se originó de este modo un diálogo espontáneo durante el cual le presentaron al Pontífice diversos puntos particulares de la misión de los nuncios apostólicos y también las situaciones específicas de algunos países. El encuentro concluyó con la oración del Avemaría. A todos los nuncios el Papa regaló una artística cruz de plata, realizada para la ocasión.