Los pilares de la salvación cristiana

2013-06-23 L’Osservatore Romano
Las riquezas y las preocupaciones del mundo nos hacen olvidadizos del pasado, confusos en el presente, inciertos sobre el futuro. Es decir, hacen perder de vista los tres pilares sobre los cuales se funda la historia de la salvación cristiana: un Padre que nos eligió en el pasado, nos hizo una promesa para el futuro y a quien hemos dado una respuesta estableciendo con Él, en el presente, una alianza. Este es el sentido de la reflexión propuesta por el Papa Francisco durante la misa celebrada el sábado 22 de junio, por la mañana, en la Domus Sanctae Marthae, a la que asistió un grupo de empleados de los Museos Vaticanos.

La homilía del Papa se desarrolló a partir del relato propuesto por el evangelio de Mateo (6, 24-34), donde se habla de las recomendaciones de Jesús a los discípulos: «cuando dice: “Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero”. Luego continúa: “No estéis agobiados por vuestra vida, por lo que vais a comer o beber”». «Nos ayuda a comprender esto —dijo el Pontífice— el capítulo 13 de san Mateo, que relata la explicación de Jesús a los discípulos de la parábola del sembrador. Dice que la semilla que cayó en tierra con espinas se ahogó. Pero, ¿quién la ahoga? Jesús dice: “las riquezas y las preocupaciones del mundo”. Se ve que Jesús tenía una idea clara sobre esto».

Por lo tanto, «las riquezas y las preocupaciones del mundo —puntualizó el Santo Padre— ahogan la Palabra de Dios. No la dejan crecer. Y la Palabra muere porque no se custodia, se ahoga. En ese caso lo que sirve es la riqueza o la preocupación del mundo, pero no la Palabra de Dios».

Después de haber hecho notar que Jesús, en sus explicaciones a los discípulos, introduce el elemento temporal, el Papa se preguntó: «¿Qué hacen en nosotros las riquezas y las preocupaciones?». «Sencillamente nos sacan del tiempo», respondió explicando seguidamente: «Toda nuestra vida está cimentada sobre tres pilares: uno en el pasado, uno en el presente y el otro en el futuro. Esto está claro en la Biblia: el pilar del pasado es la elección. El Señor nos eligió. Cada uno de nosotros puede decir: “El Señor me eligió, me amó, me dijo ven y en el bautismo me eligió para seguir un camino, el camino cristiano”». El futuro es la promesa que Jesús hizo a los hombres: «Me eligió —explicó una vez más el Obispo de Roma— para caminar hacia una promesa, nos hizo una promesa». Por último, el presente «es nuestra respuesta a este Dios tan bueno que me eligió, que me hace una promesa y que me propone una alianza; y yo hago una alianza con Él».

Elección, promesa, alianza son, por lo tanto, los tres pilares de toda la historia de la salvación. Pero a veces puede suceder que «cuando nuestro corazón entra en esto que Jesús nos explica —agregó el Santo Padre— corta el tiempo. Corta el pasado, corta el futuro y se confunde en el presente». Sucede esto porque quien «está apegado a las riquezas no le interesa el pasado ni el futuro, tiene todo. La riqueza es un ídolo. Él no tiene necesidad de un pasado, de una promesa, de una elección, de futuro, de nada. Aquello de lo que se preocupa es de lo que puede suceder»; por ello «corta su relación con el futuro», que para él se convierte en «futurible». Pero ciertamente no lo orienta hacia una promesa y por ello permanece confundido, solo. «Por ello Jesús nos dice: “O Dios o la riqueza, o el reino de Dios y su justicia o las preocupaciones”. Sencillamente nos invita a caminar por la senda de ese don tan grande que nos dio: ser sus elegidos. Con el bautismo somos elegidos en el amor», afirmó el Pontífice.

«No cortemos con el pasado; tenemos un Padre que nos ha puesto en camino. E incluso el futuro es gozoso porque caminamos hacia una promesa y las preocupaciones no emergen. El Señor es fiel, no decepciona. Por ello avanzamos», fue la exhortación del Papa. En lo que se refiere al presente, «hagamos lo que podamos pero en concreto, sin espejismos y sin olvidar que tenemos un Padre que nos eligió en el pasado».

Por lo tanto, «recordemos bien —agregó el Papa Francisco—: la semilla que cae entre las espinas se ahoga, la ahogan las riquezas y las preocupaciones del mundo»: dos elementos que hacen olvidar el pasado y el futuro. De este modo, «tenemos un Padre, pero vivimos como si no lo tuviésemos» y tenemos un futuro incierto. De este modo también el presente «es algo que no funciona». Pero es precisamente por esto —animó luego el Pontífice— que «debemos confiar en el Señor, quien dice: “Tranquilos, buscad el reino de Dios, su justicia. Todo lo demás vendrá”». Concluyendo la homilía, el Papa exhortó a pedir al Señor la gracia de no equivocarnos al dar importancia a las preocupaciones y a la idolatría de las riquezas, sino más bien recorar siempre que «tenemos un Padre que nos eligió y nos promete algo bueno». Debemos, por lo tanto, «caminar hacia la promesa acogiendo el presente tal como llega».