ACTITUD DE JESÚS FRENTE A TODO TIPO DE ENFERMEDAD EN Mc. 1,29-39.
Hermanos hoy la palabra de Dios nos invita a que le pidamos a Jesús, el Señor, en esta Eucaristía, con mucha fe y confianza, que extienda su mano sobre nosotros, y de este modo, nos levante, nos reanime; pues Jesús se encuentra realmente entre nosotros, y quiere regalarnos la salud que necesitemos, ofreciéndose él mismo,
como lo hace en esta Eucaristía por nosotros; pues es absurdo pensar que frente a Jesús quisiéramos permanecer decaídos, desanimados y enfermos (San Jerónimo, Homilías sobre el Evangelio de Marcos 1). Si tenemos algún enfermo grave en nuestra casa, llenos de confianza invitemos a Jesús para que entre en ella, y le restituya la salud, como lo hizo en la casa de Pedro. Jesús, si nuestra fe es auténtica, está dispuesto a curar todas nuestras enfermedades y debilidades, como lo hizo con el paciente Job (lra. lectura).
El mismo Jesús nos enseña cómo profundizar nuestra fe y confianza en Él, por medio de nuestra oración frecuente y permanente, pues las Escrituras nos atestiguan constantemente, que Él fue un hombre de oración (Orígenes, la oración 13,1), y el testimonio de la voluntad de Su Padre y nuestro Padre, por la evangelización. Que no se contentó con llegar a los más cercanos, sino que siempre se dirigió a los más alejados, a los excluidos y a los más pobres de su tiempo y de nuestro tiempo, para darle sentido a su vida; pues la fe auténtica, la oración continua y la evangelización perseverante, purifican nuestros corazones (San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo 25,2).
Hoy Jesús nos invita a cuestionarnos: qué tan auténtica es nuestra fe en Él , qué constantes somos en nuestra oración, es decir, ¿nuestra vida tiene una relación continua con Dios?. Porque el fruto de nuestra predicación, en favor de nuestros hermanos depende de las dos actitudes anteriores. Jesucristo quiere convertirnos en catequistas y evangelizadores de nuestras familias y de la gente con la que convivimos, a la manera como lo expresa San Pablo ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! participándoles con el testimonio alegre de nuestra vida, y con nuestra actitud transparente, de ser hombres y mujeres de esperanza. Solamente con estas actitudes de alegría y esperanza, podemos sembrar, podemos ser constructores de paz y de justicia en nuestras familias y en nuestra sociedad.
Hoy celebramos el día de la vida consagrada al Señor, pidámosle a Jesucristo que a todos los religiosos y religiosas de nuestra Diócesis, los transforme en hombres y mujeres de profunda fe; convencidos de que sin la oración no harán nada digno, y sin testimoniar su carisma en la alegría, en la esperanza y en el gratuito servicio a los demás, no están cumpliendo con la misión que Dios les encomienda para revitalizar esta Diócesis.
† Felipe Padilla Cardona.