Santos Antonio y Teodosio Pechersky

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Sábado, Julio 10, 2021

DURANTE la época de la evangelización de Rusia floreció mucho la vida monástica bizantina. El monasterio de Studios, en Constantinopla, así como los que surgieron de él, se hallaban en la cumbre de su esplendor (aunque muy poco después iba a empezar a decaer su influencia) y comenzaban a hacerse las grandes fundaciones del Monte Athos. Pero los primeros monasterios que hubo en Rusia, que debían su existencia a la intervención de los grandes príncipes y obispos griegos, no tuvieron mayor importancia. La época del florecimiento de la vida monástica en Rusia empezó non la fundación del monasterio de las Cuevas en Kiev (Kiev-Pecherskaya Lavra). Dicho monasterio no nació por iniciativa de los grandes de este mundo, sino que fue fundado por monjes rusos y para monjes rusos. Mons. Alejandro Sipiaguin ha escrito que fue "el primer monasterio ruso, cronológicamente hablando y también el primero en importancia, por los grandes valores espirituales con que enriqueció el tesoro de la religión del pueblo". Sus fundadores, "primeras luces brillantes encendidas por Rusia ante la imagen del Cristo universal", fueron San Antonio y San Teodosio Pechersky.

Antonio nació el año de 983, en Lubeck, cerca de Chernigov. En su juventud vivió algún tiempo en la soledad, según el ejemplo de los anacoretas de Egipto. Pero pronto comprendió que esa forma de vida, como cualquier otra, exigía cierta preparación. Así pues, emprendió el viaje al Monte Athos, donde practicó la vida eremítica con los monjes del monasterio de Esfigmenu. Al cabo de algunos años, su abad le mandó que regresase a su patria, a pesar de la repugnancia de Antonio, diciéndole: "El Señor te ha fortalecido en el camino de la santidad, y ahora te toca guiar a otros por ese camino. Vuelve a tu patria, con la bendición del Monte Santo; ahí serás padre de muchos monjes".

Antonio obedeció. Sin embargo, como no encontrase paz ni soledad sufi- cientes en los monasterios fundados por los príncipes, se refugió en la cueva de un acantilado a orillas del Dniéper, en Kiev. Se alimentaba de pan, verduras y agua, cultivaba una parcela de tierra y pasaba el resto del tiempo en oración. Algunas personas acudían a consultarle o a pedirle su bendición; de cuando en cuando, le hacían algún regalo, que el santo distribuía inmediatamente entre los pobres. Algunos de esos visitantes acabaron por quedarse con él. El primero fue el monje Nikón, que era sacerdote; a éste siguieron otros aspirantes a la vida religiosa, los cuales vivían en celdas excavadas en la roca. Ampliaron algunas cuevas para instalar la capilla y el refectorio. Al contrario de otros abades de la época, San Antonio aceptaba a todos los candidatos que poseían las cualidades necesarias, ya fuesen ricos o pobres, libres o esclavos. La comunidad creció tanto, que empezó a faltar el sitio. Entonces, el príncipe Syaslav les ofreció las tierras situadas en lo alto del acantilado, y ahí construyeron los monjes un monasterio y una iglesia, dedicados a la Dormición de la Santa Madre de Dios. El cronista Néstor dice: "Muchos monasterios fueron construidos con la ayuda de los príncipes y los nobles, en cambio, este monasterio se construyó con lágrimas, ayunos y oraciones. Antonio no poseía oro ni plata y por ello se valió de estos medios".

San Antonio confió pronto la dirección de la comunidad a un monje llamado Barlaam. Después, para no verse mezclado en las disensiones de los nobles de Kiev, se retiró a Chernigov, donde fundó otro monasterio. Sin embargo, más tarde volvió a Pecherskaya Lavra y ahí murió, en su cueva, el año 1073, a los noventa años de edad.

Cuarenta años antes, había ingresado en el monasterio de Pechersk un joven llamado Teodosio. Este fue, más que el austero y solitario San Antonio, quien impresionó a la juventud rusa e hizo que floreciese intensamente la vida monástica. Era hijo de padres acomodados. Cuando era joven, se había vestido de esclavo y había trabajado con ellos en las tierras de su padre. Tal actitud horrorizó a su madre. Teodosio le dijo: "Madre mía, escúchame: Nuestro Señor Jesucristo se humilló y se degradó. También en eso estamos obligados a imitarle". Pronto tuvo que abandonar la casa paterna, debido a los golpes y amenazas que se le prodigaban. Entonces, empezó a trabajar con un panadero y aprendió a preparar el pan para los sagrados misterios. Finalmente, hacia el año 1032, ingresó en el monasterio de las Cuevas de Kiev.

Ahí sucedió a Barlaam en el cargo de abad. El fue quien organizó realmente el monasterio y dirigió a la primera generación de monjes rusos. Completó y ensanchó las construcciones e implantó en el monasterio la disciplina y la regla de San Teodoro el Estudita. Dicha regla no ponía únicamente el énfasis en la oración y mortificación como medios de santificación personal, sino también en la necesidad de las obras de misericordia y en la obligación de identificarse con los miembros dolientes del Cuerpo Místico de Cristo. San Teodosio adoptó tanto las prescripciones litúrgicas como las actividades sociales de los estuditas; así, fundó en el monasterio un hospital para los enfermos e inválidos, un albergue para los peregrinos y todos los sábados enviaba a los presos de la cárcel de la ciudad una carreta llena de víveres. Por otra parte, a diferencia de tantos otros monjes primitivos, el santo no huía del trato con los hombres, sus monjes tomaron parte en la evangelización de Kiev y extendió su influencia no sólo a su comunidad sino a la vida de toda la Rusia varangiana. Cuando Svyatoslav arrojó del trono a su propio hermano, Teodosio se le opuso abiertamente y, en varias ocasiones, defendió los derechos de los pobres y oprimidos. La práctica de los "startsy" o directores espirituales, tan característica de la vida religiosa del pueblo ruso, tuvo su origen en la época de San Teodosio, quien invitaba a los habitantes de Kiev, sin distinción de sexo, edad ni condición, a consultarle sus problemas y dificultades. Se cuenta que tenía especial cariño por Juan y María, dos esposos de la región, "porque amaban a Dios y se amaban entre sí".

En cierta ocasión en que el usurpador Svyatoslav invitó a cenar al santo, éste respondió: "No estoy dispuesto a sentarme a la mesa de Jezabel ni a comer el pan amasado con la sangre de un hombre asesinado". En una larga carta que escribió a Svyatoslav, le echó en cara su proceder, contrario a toda justicia y a toda ley y le comparó con el de Caín. El usurpador pensó entonces en desterrar a Teodosio, pero como no se atrevió a hacerlo, le escribió para tratar de ganárselo. La respuesta del santo muestra que, aunque no era un grande de este mundo, se sentía obligado a hacer respetar la autoridad del Evangelio: "¿Qué puede nuestra cólera contra vuestra fuerza, buen señor? Y, sin embargo, tenemos el deber de amonestaros e indicaros lo que es bueno para la salvación de las almas. Y vos tenéis el deber de escucharnos".

Han llegado hasta nosotros algunas breves homilías y extractos de los sermones de San Teodosio que concuerdan perfectamente con lo que sabemos de él por otro lado. Las cuevas de la época de San Antonio le habían parecido "estrechas y deprimentes" y, por ello, había ensanchado el monasterio en lo material y en lo espiritual. "El amor de Cristo se ha derramado sobre nosotros, por indignos que seamos de ello", decía, e invitaba a sus monjes a responder al amor con el amor y a difundirlo fuera del monasterio. "Recordando el mandato de nuestro buen Señor, os declaro, a pesar de mi indignidad, que debéis alimentar a los hambrientos con el fruto del trabajo del monasterio . . . ¿De qué serviría nuestro trabajo si Dios no nos ayudase y nos alimentase para sus pobres?" Según él, los monjes no debían vivir aislados, pues es imposible separar la fe de las buenas obras; pero éstas, por otra parte, no debían constituir un obstáculo para la oración: "Si pudiese, no dejaría pasar un solo día sin postrarme a vuestros pies a suplicaros que no desperdiciéis ni una hora de oración". Sin duda que una de sus exhortaciones más eficaces y conocidas fue la pregunta que formuló al rey de Kiev al oír las hablillas de los cortesanos en el salón del palacio: "Señor, ¿creéis que en el cielo vamos a tener que oír tantas tonterías?" Se ha comparado a San Teodosio con San Francisco de Asís, ese santo occidental por quien los rusos tienen tanta simpatía. En efecto, la bondad, humildad y paciencia de San Teodosio tenían su raíz en el amor de Cristo, que era para él la luz de un mundo a la vez hermoso y corrompido: "¿Qué servicio hemos prestado a Jesús para que nos haya elegido y rescatado de esta vida mortal?

¿Acaso no hemos pecado todos y no nos hemos apartado de su servicio? . . . El nos buscó, nos encontró, nos puso sobre sus hombros y nos ha colocado a la diestra del Padre. ¿Acaso no es maravillosa su misericordia y su amor por los hombres? No fuimos nosotros quienes le buscamos a El, sino El quien nos buscó ..."

San Antonio Pechersky imitó más bien a los ermitaños de Egipto, austeros, aislados, dedicados a una especie de mutua emulación en la penitencia. En cambio, San Teodosio Pechersky siguió el ejemplo de los monjes de Palestina, de los santos como Sabas y Eutimio el Crande y Teodosio el Cenobiarca, que nunca olvidaron que la penitencia corporal no es más que un medio para adquirir la pureza de corazón y de espíritu. La virtud, la bondad, la unión con Dios, son la finalidad de la vida religiosa. "Los jóvenes, decía San Teodosio, deben amar y obedecer a los ancianos y aprender humildemente de ellos; y los ancianos deben amar, ayudar y enseñar a los jóvenes. Nadie debe dejar que se conozcan sus mortificaciones". También predicaba la importancia que tiene en la vida comunitaria el hacer todas las cosas en común, de suerte que uno de sus monjes decía que un "Señor, ten piedad de nosotros" dicho fervorosamente en común, tenía mayor valor que todo el rezo del salterio en privado. Pero ello no impedía que hubiese ciertos períodos de retiro, como en Cuaresma. En esa forma, Iralaba San Teodosio de armonizar la vida contemplativa con la vida activa. Por otra parte, trataba igualmente de armonizar las necesidades de sus monjes (tal como eran, no tal como debían ser) con el llamamiento a extender el Reino de Dios sobre la tierra. En todo ello seguía la tradición de Palestina e imitaba el espíritu de San Basilio, el padre de los monjes de oriente.

Aunque pesaba sobre sus hombros la responsabilidad de una comunidad muy numerosa y tenía que velar por una gran cantidad de hijos espirituales, San Teodosio no dejaba de participar en los trabajos del monasterio, ya fuese en los campos o en el interior. Durante dos años, se encargó personalmente de cuidar al anciano monje Isaac, que apenas podía andar y no tenía ya fuerzas para nada. El abad le vestía, le lavaba, le cambiaba la ropa y le prestaba los servicios más humillantes y, después, iba a comer con la misma naturalidad con el príncipe de la ciudad. No tiene nada de sorprendente que su comunidad haya sido como una familia, "en la que los jóvenes respetaban a los ancianos y los ancianos tomaban en consideración a los jóvenes", donde el que caía, encontraba siempre a tres o cuatro de sus hermanos dispuestos a compartir con él la penitencia.

San Teodosio celebró con sus hermanos la Pascua de 1074 como de ordinario y murió una semana después. Según su deseo, fue sepultado en una de las cuevas del antiguo monasterio. Pero, en 1091, su cuerpo fue trasladado a la iglesia principal. En 1108, los obispos de la provincia de Kiev canonizaron a San Teodosio. Fue ésa la segunda canonización que tuvo lugar en Rusia y la primera canonización de un "prepodobny" ("muy parecido"), es decir de un monje muy semejante a Cristo. Los católicos de Ucrania y Rusia celebran su fiesta el 3 de mayo y la de San Antonio el 10 de julio. La liturgia eucarística eslava menciona los nombres de ambos santos.

Alban Butler - Vida de los Santos