XV Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo C

ENSEÑANZA DE JESUCRISTO SOBRE CÓMO PRACTICAR LA CARIDAD QUE DA VIDA Y A QUIEN (Lc. 10, 25-37)

Escrito por: S.E. Don Felipe Padilla Cardona

En aquel tiempo, se presentó un Doctor de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?» Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»

Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»

Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»

Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»
Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»

El doctor de la ley quería que Jesucristo enseñara que la Ley es la que da vida, pero Jesús manifestando la esencia de la ley, le responde: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo». Este diálogo le da oportunidad a Jesús para enseñarnos quién es nuestro prójimo y cómo practicar la caridad que da vida, respondiendo quién es mi prójimo: aquel que con urgencia necesita que yo lo apoye, que yo lo anime, que yo lo levante, no interesa quién sea.

Jesús nos presenta el caso real de una persona en grave necesidad; los que practicaban equivocadamente la ley no le hacen caso; en cambio un despreciado y segregado de la comunidad que iba de viaje, pero preparado, inmediatamente al ver al hombre en grave situación, deja todo y lleno de compasión va a socorrerlo: lo cura, lo eleva a su misma dignidad poniéndolo sobre su cabalgadura y busca inmediatamente la manera de que se continúe su caridad hacia el prójimo: pues lo lleva a un mesón y cuida personalmente de él, la caridad auténtica se vive de persona a persona; y al día siguiente, pone lo necesario para que su compasión, su caridad sea lo más completa posible, encargándolo con mucho interés al dueño del mesón.

¿Por qué Jesús le responde al doctor de la ley con esta parábola? Porque vio en él y a su pueblo que se identificaban con el hombre caído en grave necesidad, y Jesús quería ser el samaritano de su pueblo, de sus paisanos, expresándoles su más grande y puro amor (San Agustín, La doctrina cristiana I, 30, 33). Pero Jesús además, quiere invitarnos con urgencia a que cada uno de nosotros se convierta en samaritano de toda persona que se encuentre en grave necesidad, no interesa su condición actual o su manera de comportarse; la caridad puesta en práctica como Jesús nos la manifiesta, transformará al necesitado en nuestro hermano y en nuestro compañero de viaje al auténtico sentido de nuestra vida.

La Palabra de Dios también nos enseña como adquirir esta manera de expresar la caridad: escuchar la voz del Señor, conocerlo, amarlo como vemos en (Deut. 30,10-11). Y darnos cuenta que quien nos invita y quien nos acompaña en esta práctica de la caridad es Cristo el Señor de cielos y tierra, que nuestra vida está completamente en sus manos y su voluntad es que si queremos ser sus discípulos, buscaremos reconciliarnos entre nosotros y como fruto de este perdón brotará la paz tan necesaria en nuestra convivencia. Fruto que está asegurado por medio de su sangre, derramada en la cruz.

La caridad que Jesucristo nos invita a realizar, la que le da sentido a nuestra vida y comunicamos vida a nuestro prójimo, es que veamos en el más necesitado, en el enfermo, en el marginado el rostro agobiado de Jesús y que no nos conformemos con amar a Dios, si estos prójimos no aman a Dios, agobiados por sus penas, por sus dolores, por sus enfermedades. Realidad que podemos transformar junto con Cristo, con la práctica auténtica de la caridad hacia ellos.