I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 2, 19-20:
Hermanos: Para la Ley estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí.
Sal 33: Bendigo al Señor en todo momento
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias. R/
El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved que bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada.R/
Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- Yo soy la verdadera vida, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no prmanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego lo recogen y los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid los que deseáis, y se realizará. Cone sto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.
II. Compartimos la Palabra
Hoy celebramos la fiesta de Santa Brígida, una de las patronas de Europa. Primero, la tendremos en cuenta a ella, su vida, su familia, donde ella se santificó. Luego, veremos la base evangélica sobre la que cimentó su vida, el párrafo evangélico correspondiente litúrgicamente a la fiesta de hoy.
Santa Brígida
Santa Brígida fue madre, viuda, religiosa y fundadora. Su matrimonio duro 28 años y tuvo 8 hijos, cuatro hombres y cuatro mujeres. De los 4 hombres, uno fue religioso; dos, buenas personas; y el 4º, Carlos, una de las ovejas negras de la familia. Sólo al final de su vida se arrepintió. De las 4 mujeres, una fue santa, Santa Margarita de Suecia; otras dos, religiosas; y la 4ª, otra oveja negra que dio bastantes disgustos a sus padres. Una familia donde coexistió el bien y el mal, quizá como la mayoría de las familias y comunidades del tipo que sean. Santa Brígida supo no desesperarse nunca, dar tiempo al tiempo, tener paciencia y dar siempre el mejor de los ejemplos junto a sus consejos, por maternales, cercanos y certeros.
Mantuvo siempre las mejores relaciones con Dios por medio de la oración, la reflexión, el culto y las peregrinaciones. Al final, abrazó la vida religiosa, en la que siguió teniendo visiones celestiales y muchas obras de caridad.
Dios, el cuidador y podador. El hombre, el sarmiento
Jesús muestra hoy al Padre como viñador, como el que prodiga sus desvelos pensando en los frutos. No se puede obviar que, a veces, éstos exigen cortar, arrancar ramas secas; pero predomina en él su oficio de cuidador y podador. Por eso, prefiero verle como el Padre que, al atardecer reunía a Brígida, a su marido e hijos, a veces un tanto agitados, preocupados por multitud de cosas, para, con una paciencia similar a la que Jesús mostraba con sus discípulos, hablarles y recordarles que el Padre, el labrador, el viñador, era él. Y que ellos y ellas, las ramas, eran sus hijos e hijas; que debían tener confianza, que tenían que fiarse de él, que sabía lo que hacía. Que, incluso en momentos de clara y pecaminosa esterilidad, seguían siendo sus hijos. Que se dejaran cuidar, si fuera necesario que se dejaran podar, y siempre que se dejaran querer sin creerse nunca mayores de edad mientras permanecieran en el hogar.
En otros momentos, Jesús les hablaría con la misma cercanía y confianza, presentándose a sí mismo como la vid, el tronco, la base que garantiza la permanencia a la que el sarmiento tiene que quedar fijo en la cepa. Y, con inmenso cariño, insistiría: “Sin mí no podéis hacer nada”, bueno, se entiende. Y Brígida se dio cuenta de que, a la luz de las palabras y ejemplo de Jesús, más que de “imitación” de Cristo, de lo que se trataba era de permanecer anclados en él, unidos a él: “permaneced en mí”; “permaneced en mi amor”; “que vuestro fruto dure y permanezca”. Brígida, viviéndolo, se santificó; hoy, la Iglesia nos ofrece su ejemplo para que nosotros lo vivamos también.
Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino