Santos Addai y Mario

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Jueves, Agosto 5, 2021

CUANDO SAN Pedro predicó, en Pentecostés, había entre sus oyentes algunos originarios de Mesopotamia. En cuanto es posible conjeturarlo, fueron ellos los primeros cristianos sirios, pero es imposible determinar la fecha en que el cristianismo penetró en la región de Edesa. En el siglo II existía ya en Edesa una colonia de judíos cristianos. Sin embargo, la fe no se extendió, probablemente, a Mesopotamia, Adiabene y Persia, hasta que subió al trono la dinastía de los sasánidas. La tradición local insiste en atribuir al apóstol Santo Tomás y, más particularmente, a los Santos Addai, Aggai y Mario, la primera evangelización. Combinando los datos que nos da Eusebio con los de un documento sirio llamado "La doctrina de Addai", podemos imaginar en la forma siguiente la llegada de los misioneros a Edesa.

Durante la vida terrena de Cristo, reinaba en Osroene un monarca llamado Abgar el Negro, quien residía en Edesa. Como sufría de una enfermedad incurable y hubiese oído hablar de las curaciones obradas por el Señor, le envió una carta por medio de su embajador Hannán. En ella llamaba a Cristo "buen médico" y le rogaba que fuese a Edesa a curarle, ya que, a causa de sus milagros, había llegado a la conclusión de que "o bien Tú eres Dios que ha descendido del cielo, o bien eres el Hijo de Dios y has venido a poner fin a las cosas de la tierra". Hannán se entrevistó con el Señor en casa de Gamaliel, "el jefe de los judíos" y Cristo mandó decir a Abgar: "Dichoso tú que has creído en mí sin haberme visto, pues escrito está que quienes me ven no creerán en mí y quienes no me ven creerán. En cuanto a ir a curarte, he terminado ya la misión que mi Padre me había confiado en el mundo y pronto volveré a El. Pero cuando suba a El, te enviaré a uno de mis discípulos, el cual te curará de la enfermedad y te conducirá con los tuyos a la vida eterna". Según cuenta Eusebio, nuestro Señor escribió personalmente ese mensaje y, por supuesto el presunto documento sagrado fue objeto de gran veneración en la Edad Media. Un documento sirio (escrito hacia el año 400) afirma que Hannán llevó también a Abgar un retrato del Señor que él había pintado (aunque después dice que "no había sido hecho por mano de hombres"). El retrato es famoso en la iconografía cristiana con el nombre de "el santo Mandylion.

Después de la Ascensión, el apóstol Tomás envió a la corte de Abgar a uno de los setenta y dos discípulos, llamado Addai o Tadeo. Este se alojó en casa del judío Tobías, curó al rey de su enfermedad y le habló de la doctrina de Cristo. Así convirtió a la fe a Abgar y a grandes multitudes. Entre los convertidos se contaba Aggai, a quien Tadeo consagró obispo y nombró por sucesor suyo. Otro de los convertidos, Paluto, el joyero del rey, fue consagrado en Antioquía por Serapión, quien a su vez había recibido la consagración episcopal en Roma de manos del Papa Ceferino. Este último dato bastaría para descalificar la leyenda.

En efecto, hubo un obispo de Antioquía, llamado Serapión, contemporáneo de San Ceferino y de un rey cristiano de Edesa, llamado Abgar, quien reinó entre los años 179 y 213. Por consiguiente Serapión no pudo consagrar a un hombre convertido por uno de los setenta y dos discípulos del Señor.

Así pues, lo más que puede decirse de Addai es que fue, tal vez, misionero en Edesa a fines del siglo II. En cuanto a San Mario, las dudas sobre su existencia histórica son todavía más fundadas. Según las "actas", muy posteriores, Mario era discípulo de San Addai y había sido enviado por éste a Nisibis. Después de predicar ahí, como lo había hecho en Nínive el profeta Jonás, siguió el curso del río Tigris hasta que empezó "a percibir el olor del apóstol Tomás". Murió en Clesifonte cerca de Seleucia, después de haber consagrado obispo el Papa bar Aggai, otro personaje perfectamente histórico, ya que fue el primer "Katholikós" de las Iglesias de Siria oriental, pero que vivió a principios del siglo IV. San Mario obró numerosas conversiones en todos los sitios que visitó, destruyó templos paganos, construyó iglesias y fundó monasterios. Una actividad tan extraordinaria es cosa común y corriente en los escritos apócrifos, pero es inconcebible en la vida real. Sin embargo, por grande que sea la oscuridad que rodea a San Addai y San Mario, desde muy antiguo se les venera como a los evangelizadores del Tigris y el Eufrates. Así los consideran los católicos caldeos y los nestorianos de Iraq y de Kurdistán y los llaman "los Santos Apóstoles". La principal anaphora en la liturgia eucarística de dichos cristianos se llama, anaphora de los Santos Apóstoles.

Alban Butler - Vida de los Santos