2013-08-13 L’Osservatore Romano
«El cristiano es alguien que lleva dentro de sí un deseo grande, un deseo profundo: el de encontrarse con su Señor junto a los hermanos, a los compañeros de camino». Lo recordó el Papa Francisco en el Ángelus del 11 de agosto, en la plaza de San Pedro, partiendo del pasaje del Evangelio de san Lucas propuesto por la liturgia del decimonoveno domingo del tiempo ordinario.
Para el Pontífice el deseo del encuentro con Cristo mantiene despierto el espíritu del creyente, evitando el peligro de «un corazón cerrado, un corazón adormecido, un corazón anestesiado por las cosas de la vida». De esta manera se comprende que el verdadero «tesoro» del hombre, la realidad «más importante» y «más preciosa» es el amor de Dios que «da sentido a los pequeños compromisos cotidianos» y ayuda «a afrontar las grandes pruebas».
Significativas, a esta luz, las palabras que el Papa quiso dirigir a los musulmanes –llamándoles «nuestros hermanos»– al término de la oración mariana. Retomando lo escrito en el mensaje autógrafo que envió en los días pasados por la conclusión del Ramadán, el Santo Padre reafirmó el deseo de que «cristianos y musulmanes se comprometan por promover el respeto mutuo».