Día Internacional de la Juventud: los jóvenes, destinatarios y protagonistas

de Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM

12 de agosto

En 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 12 de agosto Día Internacional de la Juventud, ocasión que nos brinda la oportunidad para reflexionar en las cualidades, inquietudes, aspiraciones, necesidades, oportunidades y problemas de los jóvenes, y ofrecerles los elementos que les permitan alcanzar un pleno desarrollo integral.

La juventud es una fase maravillosa de la vida. Una etapa de especial responsabilidad y esperanza en la que las y los jóvenes buscan conocerse a sí mismos y al mundo, aceptarse y progresar, definiendo los grandes significados, ideales y proyectos de vida. En este proceso esperan contar con el apoyo de la familia y con las condiciones sociales que les permitan desarrollarse integralmente. Necesitan sentirse amados, escuchados, respetados, sostenidos y orientados para conocer la verdad y los caminos de la auténtica felicidad.

Efectivamente, ya lo decía Séneca: “Todos… quieren vivir felices”[1]. Este anhelo se ve cumplido en Cristo, en quien Dios, autor amoroso de cuanto existe ¡nuestro creador! ha viendo a nosotros para salvarnos comunicándonos su amor infinito y misericordioso, gratuito, generoso, siempre fiel, dispuesto al perdón. Ese amor que nos libera de la soledad. Ese amor que da sentido a la vida y que la hace plena y eternamente feliz.

¿Qué nos toca? Estrechar su mano amiga; esa mano amorosa y salvífica que nos tiende. Y para que podamos hacerlo, Él mismo nos ayuda con la gracia del Espíritu Santo, quien nos regala la fe, don que debemos recibir y alimentar con nuestra inteligencia y nuestra voluntad, conociendo y haciendo vida la Palabra de Dios, y uniéndonos a Él a través de los sacramentos y de la oración. “El que quiere vivir –exclama san Agustín– acérquese… para que sea vivificado”[2].

Por eso, María, la que es “feliz por haber creído” (Lc 1, 45), nos aconseja: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5) ¿Qué nos dice Jesús? Lo mismo que al joven que se acercó para preguntarle qué debía hacer de bueno para hacer su vida plena y eterna: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt 19, 17). Esos Mandamientos que Jesús lleva a plenitud y que, como un mapa del tesoro, nos indican el camino que debemos seguir y los males que hemos de evitar para alcanzar la felicidad, a la que llega quien ama a Dios y al prójimo, como Cristo nos ha amado[3].

Este amor ha de impulsarnos a comunicar a los demás la alegría de ser amigos de Dios. “No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente –ha dicho el Papa Francisco– Cuando vamos a anunciar a Cristo, es Él mismo el que va por delante y nos guía… Queridos jóvenes, sientan la compañía de toda la Iglesia… Vayan, sin miedo, para servir” [4].

Sí, los jóvenes no sólo son destinatarios del amor, formación y oportunidades que los adultos podamos brindarles, sino que son también protagonistas; protagonistas que, con el vigor y el entusiasmo de la juventud, tienen la gran misión de construir una familia mejor, una escuela y ambientes juveniles mejores, una sociedad mejor, un México mejor, una Iglesia mejor y un mundo mejor para todos.

Jóvenes ¡acepten el reto de abrirse al amor de Dios y de comunicarlo a los demás! Háganlo de manera valiente, creativa, concreta y activa. Así serán felices en esta tierra haciendo felices a los que les rodean, y luego serán felicísimos para siempre en el cielo.

[1] Sobre la felicidad, Ed. Alianza, S.A., Madrid, 1999, Cap I.1.

[2] In Ioannem tract., 26.

[3] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 418-420.

[4] Homilía en la Misa para la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, 28 de julio de 2013, nn. 2 y 3.

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