CATEQUESIS DE JESUCRISTO SOBRE LA MANERA DE PARTICIPAR EN LOS ACTOS LITURGICOS (Mt. 23,1-12)

Orígenes descubre que los ministros seguidores de Jesucristo empezaban a imitar a los participantes en las celebraciones de las sinagogas; Pues ya se hacían llamar: padre, maestro y guía (Comentario a Mateo, 9). Ante esta penosa realidad, San Mateo denuncia esta situación anómala entre ellos: hay que hacer notar que está en juego no tanto la expresión de una infantil vanidad sino una inadmisible pretensión de superioridad al interno de la Iglesia, y de esa manera venía traicionada la característica de ser una comunidad constituida de hermanos, teniendo un solo Padre, él del cielo, e instruidos y guiados por un único maestro, Jesús. Pues nuestra Iglesia se construye sobre la base del reconocimiento de fe del Padre común y del único Señor Jesucristo, con la exclusión de toda superioridad humana competitiva, que ponga en peligro la fundamental igualdad de todos los creyentes.

Además, Jesucristo en esta fuerte amonestación a sus discípulos y por consiguiente a los ministros de culto, les previene de estas actitudes equivocadas en las celebraciones cristianas: en lugar de buscar privilegios les pide poniéndose él mismo como ejemplo: que participen con humildad, como él lo hizo en su misión de salvación: no exigió ningún privilegio, sino que se hizo obediente hasta la muerte… (Fil.2, 6-7) además les prohíbe a sus discípulos aspirar al primer puesto, más bien les exhorta a buscar el último; Así mismo, les pide que es importantísimo vivir de acuerdo a lo que están celebrando, coherencia de vida (San Juan Crisóstomo, homilías sobre el Evangelio de Mateo 72- 1-2).

En relación a la predicación, el Señor nos amonesta a que no formulemos excelentes discursos con nuestra elocuencia, sino que demos testimonio de él, con nuestra integridad de vida. Como lo reafirma el apóstol Pablo en la segunda lectura (Tes.): nunca una palabra de tono prepotente, ni búsqueda de la propia gloria. Dios nos ha confiado el Evangelio que hay que predicarlo sólo con la preocupación de agradar a Dios y de animar a los hombres a que lo vivan.

Procuremos hermanos participar y vivir nuestras celebraciones eucarísticas siempre de acuerdo a la santidad del Dios que nos preside, que nos acompaña y nos concede lo mejor para nosotros.

+ Felipe Padilla Cardona.