Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta (cfr. Lc 13, 22-30)

de Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM

XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Un periodista preguntó a Antonio Fuentes (1869-1938) si al torear sentía miedo, a lo que el diestro sevillano respondió: “¡Claro! Sin miedo no es posible torear; el que no tiene miedo acaba prendido en las astas del toro, mientras que el que lo tiene se cuida y ve lo que puede y debe hacer”. El “torero elegante” se refería a una virtud indispensable: la prudencia, que consiste en saber elegir el verdadero bien.

En el ruedo de la vida hemos de lidiar con el “toro” de las diversas situaciones que se nos presentan cada día, ante las cuales es preciso tomar la decisión adecuada, para no terminar dominados por las circunstancias y fracasados para siempre, sino salir victoriosos y entrar en la gloria sin fin.

Para lograrlo necesitamos de Jesús, el camino, porque es la verdad que da vida plena y eterna[1]. Él, cuyo amor es fuerte hacia nosotros[2], no duda en prevenirnos de los peligros para que nos corrijamos a tiempo[3]. Así, a quienes le interrogan si es verdad que son pocos los que se salvan, les hace ver que el triunfo verdadero y definitivo se consigue pensando y actuando de manera responsable, objetiva, prudente y coherente.

Cuando no nos tomamos en serio las cosas, tarde o temprano nos llevamos desagradables sorpresas: una nota reprobada por habernos confiado y no haber estudiado; una ruptura afectiva por haber pensado que la pareja o las amistades soportarían siempre nuestros egoísmos. Entonces experimentamos con crudeza aquello que dice el refrán: “Nadie sabe el bien que tiene, hasta que lo ve perdido”.

Jesús, que no quiere que nos veamos en la inmutable tristeza de perder la vida eterna, nos previene de la “puerta ancha”, que, como señalaba Juan Pablo II, es inventarse cada uno su propio bien y su propio mal[4]. Como quien dejándose influenciar por la propaganda, piensa que se puede bajar de peso sin dieta, que se puede aprender sin estudiar, que se puede tener fe sin conocimiento, que se puede ser cristiano sin coherencia, que se puede amar sin fidelidad, que se puede triunfar sin trabajar.

El éxito exige esfuerzo, no nos engañemos. Por eso Jesús nos dice: “Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta”. Esa puerta es el propio Jesús, que nos une a Dios, quien nos pide vivir amándolo a Él y al prójimo[5], siendo fieles en el matrimonio y educando con el ejemplo a los hijos. Respetando a los padres y hermanos. Siendo honestos, justos, responsables, solidarios y misericordiosos en el noviazgo, la escuela, el trabajo y la sociedad. Ayudando a todos a ser familia de Dios[6]. Así entraremos por la puerta que, como explica san Juan Crisóstomo, si bien es estrecha a la entrada, conduce a la mayor anchura: la felicidad plena y eterna[7].

[1] Cfr. Aclamación: Jn 14,6.

[2] Cfr. Sal 117, 1-2.

[3] Cfr. 2ª Lectura: Hb 12,5-7.11-13.

[4] Audiencia General, 16 de febrero de 1994.

[5] Cfr. SAN BASILIO, in Reg., brev. ad interrog. 282.

[6] Cfr. 1ª Lectura: Is 66,18-21.

[7] Cfr. Homil. 24 y 40.

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