Comunicado a propósito del descarrilamiento acaecido en la Tembladera,Tabasco

de Guillermo Ortiz Mondragón
Obispo de Cuautitlán

A todos nuestros hermanos miembros de la Iglesia Católica.
A nuestras autoridades municipales, estatales y federales y a las dependencias de migración y derechos humanos.
A todos los hombres y mujeres de buena voluntad:

Con toda sencillez, con humildad y con firmeza, levantamos la voz ante todos ustedes con dolor y esperanza, desde el misterio de Cristo muerto y resucitado.

En el lugar llamado la Tembladera, municipio de Huimanguillo, estado de Tabasco, aconteció una nueva tragedia que sufrieron nuestros hermanos migrantes. Poco a poco vamos sabiendo de quienes fallecieron y de quienes quedaron heridos, así como de los que recibieron el apoyo de migración para seguir su camino o para regresar a su país, sus nombres, edades. Son personas concretas.

Según datos que tenemos, el tren había salido con muchos migrantes acomodados como siempre en el lomo de la "bestia", algunos se quedaron antes, en las Choapas. Otros continuaron. Iban unos vagones con chatarra. De modo que no todos los vagones llevaban migrantes, pues ellos suben sobre los que van cubiertos, no sobre los que van sin techo, como son los que llevan chatarra.

Según las investigaciones de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes el robo de una pieza metálica que une dos rieles, conocida como planchuela, y los tornillos que la fijaban, fue causa determinante para el accidente. Fueron levantando los vagones descarrilados y aparecieron 5 hermanos sin vida. Hasta ahora suman 11. De los heridos en el hospital de Huimanguillo Veracruz, a donde fueron trasladados por cercanía, no hay datos claros.

Es difícil saber todos los datos. Pero cada acontecimiento nos llama a todos a reflexionar y tomar en serio los trabajos que en política migratoria se han venido haciendo, los esfuerzos de la oficina de migración (México es una de las naciones que más creativamente ha buscado soluciones a este desafío en el mundo), de Derechos humanos. De la misma manera los cuerpos de seguridad han buscado

mejorar sus servrcios superando situaciones de corrupción y de agresión a nuestros hermanos migrantes. Sin embargo, aparecen todavía estos signos.

La Iglesia, a través de hombres y mujeres, consagrados, laicos; a través de diáconos, presbíteros y obispos, ha buscado dar una salida a este desafío.

y permanecen las preguntas ¿Nuestros hermanos migrantes suben a este tren carguero por economizar, por facilidad de trayecto, aunque corran riesgos? ¿Qué provoca que los dejemos arriesgar su vida de esa manera?

Reconocemos que la situación de indocumentados provoca en cada país una reacción de control, aún para bien de estas personas. ¿Qué impide que las naciones expulsoras y las naciones receptoras de migrantes dialoguen sobre el asunto con actitud de una legalidad humanitaria? Sabiendo que el migrante sale de su país con el deseo de superación, de búsqueda de refugio, ¿Cuál debe ser la responsabilidad de los contratantes ante este asunto? ¿Por qué no ver la situación más desde la perspectiva laboral y de superación, que mueve a los migrantes, y no la de la ilegalidad y criminalidad, que preocupa a las autoridades en cada país?

Como Iglesia oramos, reflexionamos, hacemos proyectos, buscamos a las autoridades y hemos encontrado posibilidades de diálogos, de acuerdos, lo reconocemos. y sabemos que necesitamos hacer más.

Ese más que ahora vemos es este llamado a todos los miembros de la Iglesia y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. ¡Asumamos nuestra responsabilidad personal y comunitaria, individual y social! Actuemos para que esta situación sea resuelta en lo fundamental; el derecho de las personas al libre tránsito, con la suficiente seguridad para llegar a su destino; el derecho a que la persona encuentre en su propia nación posibilidades de desarrollo, seguridad y paz para no emigrar.

La Dimensión Episcopal de Movilidad Humana, junto con un centenar de sacerdotes, religiosos y seglares que atienden directamente a nuestros hermanos migrantes, providencial mente estábamos en la ciudad de Monterrey, reunidos en nuestro encuentro anual, en el que oramos por nuestros hermanos migrantes y sus familias, reflexionamos y discutimos estrategias para mejor servirlos; buscamos información de primera mano tanto de la oficina de Migración como del sacerdote encargado de este Dimensión, ambos en Veracruz. Les agradecemos su pronta respuesta.

Al invitar a todos a mantenernos en oración, invocando al Espíritu Santo sobre quienes deben decidir leyes más adecuada y ejecutables en nuestro país, de quienes deben buscar el diálogo internacional en este mismo sentido, por quienes queremos seguir realizando este servicio a Cristo en nuestros hermanos migrantes, expresamos también nuestra disponibilidad para el diálogo con todas las autoridades relacionadas con esta realidad migratoria irregular.

Ciertamente, cada ser humano es un peregrino hacia la meta definitiva. En la fe sabemos que esa meta es la Casa del Padre. Oramos para que estos hermanos que en este acontecimiento han fallecido, y por todos aquellos que se nos han adelantado en circunstancias semejantes.

Encomendamos a María, mujer del diálogo y del discernimiento, nuestra esperanza por encontrar por ese camino nuevas rutas de vida para nuestros hermanos migrantes.

+Guillermo Ortiz Mondragón
Obispo de Cuautitlán y
Responsable de la Dimensión Episcopal de Pastoral de Movilidad Humana

Noticia: 
Local