2013-09-08 L’Osservatore Romano
“Orad por la paz”. Mientras muchísimas personas están ya en camino hacia la plaza de San Pedro, convocadas para que “se eleve fuerte en toda la tierra el grito de la paz”, el Papa Francisco lanza a través de un tuit su enésimo, entristecido llamamiento. Cuatro palabras sencillas, esenciales, síntesis de una jornada en la cual la voz de los poderosos y el ruido de las armas dejan espacio a la oración, al silencio, al ayuno.
La plaza se va llenando de gente deseosa de manifestar ese deseo de paz que une a personas de razas, culturas y religiones distintas. Mientras los responsables de las naciones parecen indiferentes y continúan desertando del empeño irrenunciable al diálogo sobre cuestiones de vital importancia. La cumbre del G20 recién concluida en San Petersburgo ha confirmado, en efecto, las divisiones de la comunidad internacional sobre la crisis siria y, sobre todo, sobre la intervención armada que el presidente estadounidense Barack Obama parece tener intención de ordenar y que muchos, empezando por Rusia, en ausencia de una autorización del Consejo de seguridad de las Naciones Unidas considerarían una agresión. Como confirmación ulterior de las divisiones, el documento final del summit no contiene referencia alguna a la crisis siria, aunque ésta ciertamente ha dominado la cita.
Frente a la imagen ofrecida por quien gobierna las naciones, existe en cambio la de un pueblo que esta tarde, del sábado 7 de septiembre, desde las 19 horas, estará físicamente, o también sólo espiritualmente, reunido en una oración coral única, hecha de testimonios, de reflexión, de silencio, para invocar el don de la paz. A ellos se une en comunión de espíritu —y ha querido hacerlo saber— también Benedicto XVI. Al inicio de la vigilia, poco antes de la llegada del Papa Francisco, se vuelve a proponer su invitación durante el Ángelus del domingo pasado. El Pontífice es recibido con el canto del Veni creator, preludio de la entronización de la imagen de la Virgen Salus populi romani. Ante la imagen mariana se reza el rosario, al término del cual el Papa propone su meditación. Le sigue la exposición de Santísimo Sacramento y la adoración eucarística, y el rezo del Oficio de lecturas. Después también espacio al silencio y a la oración personal, antes de que el Santo Padre concluya el encuentro impartiendo la bendición eucarística.