2013-09-10 L’Osservatore Romano
El silencio de la vigilia en la plaza de San Pedro está haciendo ruido. Y la jornada de oración y de ayuno querida por el Papa Francisco tal vez puede ayudar a superar los proyectos de quien, tras haber ignorado durante más de dos años y medio la tragedia en Siria, querría ahora intervenir. Pero con el riesgo fundado y espantoso de extender un conflicto que ya ha provocado más de cien mil muertos, heridos sin número y más de seis millones entre desplazados y refugiados.
Un conflicto que está provocando desastres, poniendo en peligro sobre todo a las minorías del país y trastornando, con el uso de la violencia, la vocación auténtica de las religiones, que varias veces en tiempos recientes han recalcado su voluntad de paz. Y que el peligro es real lo demuestra cuanto ha ocurrido en la localidad de Maalula, lugar simbólico querido a cristianos y musulmanes porque aún está allí en uso una forma de la lengua aramea que es muy cercana a la hablada por Jesús. Probablemente ninguna iniciativa de la Santa Sede a favor de la paz como ésta, entre las de las últimas décadas, ha impresionado y tocado el corazón de muchísimas personas en todo el mundo, sin diferencias de religión o de ideología. Y es un empeño que continúa, aseguró después del Ángelus el Pontífice. Dando las gracias a todos e invitando de nuevo a orar “para que cese inmediatamente la violencia y la devastación en Siria”, pero también en el Líbano, Irak, Egipto, y para que avance el proceso de paz entre israelíes y palestinos.
Son la oración y el ayuno las armas indicadas por el Papa Francisco para alejar la violencia y la guerra, suscitando un consenso que parece crecer entre mujeres y hombres de buena voluntad: aprender de nuevo a recorrer los caminos de la paz es posible, dijo retomando un eslogan lanzado por Pablo VI: “Más aún, quisiera que cada uno de nosotros, desde el más pequeño hasta el más grande, incluidos aquellos que están llamados a gobernar las naciones, dijese: Sí, queremos”. En la meditación pronunciada después del rosario ante la antiquísima imagen de la Salus populi Romani, el Pontífice citó sólo algunos pasajes del Génesis, para mostrar el contraste entre la bondad de la creación y el pecado del hombre, y dos pasajes de Pablo VI, del mensaje por una jornada de la paz y del discurso pronunciado ante las Naciones Unidas para repetir, después de los dos tremendos conflictos mundiales y ante la pesadilla nuclear, el rechazo de la guerra.
“Dejad caer las armas de vuestras manos”, imploró entonces Montini. Y continuó: “Las armas, sobre todo las terribles armas que os ha dado la ciencia moderna, antes aún de causar víctimas y ruinas engendran malos sueños, alimentan malos sentimientos”. Sueños y sentimientos malos que el Papa Francisco denuncia de nuevo y que es urgente alejar por el bien de todos.
g.m.v