2013-09-12 L’Osservatore Romano
El 7 de julio y el 7 de agosto Eugenio Scalfari -en dos artículos escritos para el diario “La Repubblica”- había dirigido “como no creyente” algunas preguntas al Papa Francisco sobre la fe, sobre la Iglesia, sobre las religiones y sobre la búsqueda de la verdad. Y el Papa Francisco ha respondido. “Francamente -comenta Scalfari en el diario milanés del 11 de setiembre, en el que se publica la carta cuyo texto íntegro difundimos en nuestro periódico- no me esperaba que lo hiciera tan extensamente y con espíritu tan afectuosamente fraterno. ¿Tal vez porque la oveja perdida merece mayor atención y cuidado? Lo digo porque en los artículos (…) he precisado al Papa que yo soy un 'no creyente y no busco a Dios', aunque 'desde hace muchos años estoy interesado y fascinado por la predicación de Jesús de Nazaret, hijo de María y José, judío de la estirpe de David'. Y más allá escribo que 'Dios, en mi opinión, es una invención consoladora de la mente de los hombres'. Me permito recordar esta postura mía como interlocutor también porque ella hace a nuestros ojos todavía más 'escandalosamente fascinante' la carta que el Papa Francisco me ha enviado, una prueba ulterior de su capacidad y deseo de superar las barreras dialogando con todos en la búsqueda de la paz, del amor y del testimonio”.
“Pienso que hay -escribe el Papa en su carta- en particular dos circunstancias que hacen hoy debido y precioso este diálogo”. La primera circunstancia deriva del hecho de que, a lo largo de los siglos de la modernidad, se ha asistido a una paradoja: la fe cristiana, cuya novedad e incidencia sobre la vida del hombre desde el inicio se han expresado precisamente a través del símbolo de la luz, a menudo se ha tachado como la oscuridad de la superstición que se opone a la luz de la razón. Así, entre la Iglesia y la cultura de inspiración cristiana, por un lado, y la cultura moderna de impronta ilustrada, por otra, se ha llegado a la incomunicabilidad. “Ha llegado ya el tiempo, y el Vaticano II ha inaugurado precisamente su estación -recalca el Papa- de un diálogo abierto y sin pre-conceptos que reabra las puertas a un encuentro serio y fecundo”. La segunda circunstancia, para quien busca ser fiel al don de seguir a Jesús en la luz de la fe, deriva del hecho de que este diálogo no es un accesorio secundario de la existencia del creyente: es en cambio su expresión íntima e indispensable.