2013-09-14 Radio Vaticana
(RV).- Precisamente en el día en que la Iglesia celebra la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, al celebrar la misa de la mañana el Obispo de Roma afirmó que el misterio de la Cruz es un misterio grande para el hombre al que sólo es posible acercarse en la oración y en las lágrimas. Porque como afirmó el Papa en su homilía, en el misterio de la Cruz encontramos la historia del hombre y la historia de Dios, sintetizadas por los Padres de la Iglesia en la comparación entre el árbol del conocimiento del bien y del mal, en el Paraíso, y el árbol de la Cruz:
“Aquel árbol había hecho tanto mal y este árbol nos lleva a la salvación, a la salud. Perdona ese mal. Éste es el recorrido de la historia del hombre: un camino para encontrar a Jesucristo Redentor, que da su vida por amor. En efecto, Dios no ha enviado al Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo fuera salvado por medio de Él. Este árbol de la Cruz nos salva, a todos nosotros, de las consecuencias de aquel otro árbol, donde comenzó la autosuficiencia, el orgullo, la soberbia de querer conocer - nosotros - todo, según nuestra mentalidad, según nuestros criterios, y también según esa presunción de ser y de llegar a ser los únicos jueves del mundo. Ésta es la historia del hombre: de un árbol al otro”.
En la Cruz está también “la historia de Dios” – prosiguió explicando el Papa – “porque podemos decir que Dios tiene una historia”. En efecto, “Él ha querido asumir nuestra historia y caminar con nosotros”, haciéndose hombre, asumiendo la condición de siervo y haciéndose obediente hasta la muerte de Cruz:
“¡Dios hace este recorrido por amor! No hay otra explicación: sólo el amor hace estas cosas. Hoy miramos la Cruz, historia del hombre e historia de Dios. Miramos esta Cruz, donde se puede probar esa miel de aloe, esa miel amarga, esa dulzura amarga del sacrificio de Jesús. Pero este misterio es tan grande y nosotros solos no podemos ver bien este misterio, no tanto para comprender, sí, comprender..., sino sentir profundamente la salvación de este misterio. Ante todo el misterio de la Cruz. Sólo se puede comprender un poquito de rodillas, en la oración, pero también a través de las lágrimas: son las lágrimas las que nos acercan a este misterio”.
“Sin llorar, llorar en el corazón – subrayó Francisco – jamás se podrá comprender este misterio”. Es el llanto del arrepentido, el llanto del hermano y de la hermana que ven tantas miserias humanas” y las miran en Jesús, pero de rodillas y llorando, y jamás solos, ¡jamás solos!”:
“Para entrar en este misterio, que no es un laberinto pero que se parece un poco, siempre tenemos necesidad de la Madre, de la mano de la mamá. Que Ella, María, nos haga sentir cuán grande y cuán humilde es este misterio; cuán dulce como la miel y cuán amargo como el aloe. Que sea Ella quien nos acompañe en este camino, que ningún otros puede hacer sino nosotros mismos. ¡Cada uno debe hacerlo! Con la mamá, llorando y de rodillas”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).