I. Contemplamos la Palabra
Comienzo de la profecía de Ageo 1, 1-8
El año segundo del rey Darío, el mes sexto, el día primero, vino la palabra del Señor, por medio del profeta Ageo, a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judea, y a Josué, hijo de Josadak, sumo sacerdote: «Así dice el Señor de los ejércitos: Este pueblo anda diciendo: "Todavía no es tiempo de reconstruir el templo."»
La palabra del Señor vino por medio del profeta Ageo: «¿De modo que es tiempo de vivir en casas revestidas de madera, mientras el templo está en ruinas? Pues ahora –dice el Señor de los ejércitos– meditad vuestra situación: sembrasteis mucho, y cosechasteis poco, comisteis sin saciaros, bebisteis sin apagar la sed, os vestisteis sin abrigaros, y el que trabaja a sueldo recibe la paga en bolsa rota. Así dice el Señor: Meditad en vuestra situación: subid al monte, traed maderos, construid el templo, para que pueda complacerme y mostrar mi gloria –dice el Señor–.»
Sal 149,1-2.3-4.5-6a.9b R/. El Señor ama a su pueblo
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R/.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R/.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca;
es un honor para todos sus fieles. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 7-9
En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?»
Y tenía ganas de ver a Jesús.
II. Compartimos la Palabra
Meditad en vuestra situación
Si penosa fue la vuelta de Babilonia a Jerusalén para reconstruir el Templo, más penosos aún fueron los primeros esfuerzos de reemprender la tarea de la recons-trucción. Todo era desolación; todo estaba por hacer. De ahí el desánimo del pue-blo judío. Por eso el oráculo profético de Ageo se orienta a recuperar las energías, a reavivar los ánimos de la gente porque el trabajo era más que considerable y el fruto a recoger sería más que apetecible. Viene a decir que el pueblo elegido tie-ne muchas las posibilidades y no ha lugar al abandono; por eso insiste el profeta en que el pueblo sea realista, que es mucho lo que puede conseguir, que sean sabedores de lo que tienen ante sí y, sin más dilación, se pongan manos a la tarea. El Templo volverá a levantarse y Yahvé, entonces, será el que lidere tiempos de bonanza, pues estará en medio de su pueblo dando fuste y brío a la esperanza. Por eso vale la pena el esfuerzo y, por eso, es necesaria la confianza en quien siempre se ocupó con esmero de la alianza con sus hijos.
Tenía ganas de ver a Jesús
Cualquiera sea la intención del redactor del texto evangélico de incluir este breve recado que más apunta al ir y venir último de Herodes a Pilato, lo cierto es que el caminar de Jesús de Nazaret no dejaba indiferente a nadie. En este caso, el mis-mo Herodes no disimula su perplejidad porque, por los detalles que le llegan, se le antojaba que era Juan Bautista redivivo, cuya decapitación ordenó él. Pero del virrey Herodes no podemos esperar limpieza en la mirada y generosidad en la acogida respecto a todo lo que es y rodea al Maestro de Galilea; por eso los ‘hero-des’ de turno nunca podrán saborear la increíble novedad de quien viene de parte de un Dios que es Padre para decirnos que tenemos todas las ilusiones por estrenar, todas nuestras personales potencialidades por hermanar, todas nuestras singularidades creadoras por desarrollar en pro de un proyecto que se llama Reino de Dios y que precisa de nuestra generosa colaboración. Sólo entonces las ganas de cada uno de ver a Jesús en nuestra historia se traducen en testigos de luz que, a su vez, alimentan la deseada expresión del Pueblo de Dios: ‘Miren cómo se aman, miren cómo se sirven’
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)