2013-09-27 L’Osservatore Romano
La elección es “ser cristianos del bienestar” o “cristianos que siguen a Jesús”. Los cristianos del bienestar son los que piensan que tienen todo si tienen la Iglesia, los sacramentos, los santos... Los otros son los cristianos que siguen a Jesús hasta el fondo, hasta la humillación de la cruz, y soportan serenamente esta humillación. Es, en síntesis, la reflexión propuesta por el Papa Francisco en la mañana de este 27 de septiembre, en la homilía de la misa celebrada en la capilla de Santa Marta.
El Santo Padre enlazó con lo que había dicho la víspera respecto a los diversos modos para conocer a Jesús: “Con la inteligencia -recordó hoy- con el catecismo, con la oración y en el seguimiento”. Y aludió a la pregunta que está en el origen de esta búsqueda del conocer a Jesús: “¿Pero quién es éste?”. En cambio hoy “es Jesús quien hace la pregunta”, así como es relatado por Lucas en el pasaje del Evangelio del día (9, 18-22). La de Jesús, como observó el Pontífice, es una pregunta que de ser general -“¿Quién dice la gente que soy yo?”- se transforma en una pregunta dirigida particularmente a personas específicas, en este caso a los apóstoles: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Esta pregunta -prosiguió- “se dirige también a nosotros en este momento en el que el Señor está entre nosotros, en esta celebración, en su Palabra, en la Eucaristía sobre el altar, en su sacrificio. Y hoy a cada uno de nosotros pregunta: ¿pero para ti quién soy yo? ¿El dueño de esta empresa? ¿Un buen profeta? ¿Un buen maestro? ¿Uno que te hace bien al corazón? ¿Uno que camina contigo en la vida, que te ayuda a ir adelante, a ser un poco bueno? Sí, es todo verdad, pero no acaba ahí”, porque “ha sido el Espíritu Santo el que toca el corazón de Pedro y le hace decir quién era Jesús: Eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Quien de nosotros -siguió explicando el Pontífice- “en su oración mirando el sagrario dice al Señor: tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”, debe saber dos cosas. La primera es que “no puede decirlo solo: debe ser el Espíritu Santo quien lo diga en él”. La segunda es que debe prepararse “porque Él te responderá”.
El Santo Padre se detuvo entonces a describir las diversas actitudes que un cristiano puede asumir: quien le siga hasta cierto punto, quien sin embargo le siga hasta el fondo. El peligro que se corre -advirtió- es el de ceder “a la tentación del bienestar espiritual”, o sea, de pensar que tenemos todo: la Iglesia, Jesucristo, los sacramentos, la Virgen, y por lo tanto no debemos buscar ya nada. Si pensamos así “somos buenos, todos, porque al menos debemos pensar esto; si pensamos lo contrario es pecado”. Pero esto “no basta. El bienestar espiritual -apuntó el Papa- es hasta cierto punto”. Lo que falta para ser cristiano de verdad es “la unción de la cruz, la unción de la humillación. Él se humilló hasta la muerte, y una muerte de cruz. Éste es el punto de comparación, la verificación de nuestra realidad cristiana. ¿Soy un cristiano de cultura del bienestar o soy un cristiano que acompaña al Señor hasta la cruz? ”. Para entender si somos los que acompañan a Jesús hasta la cruz la señal adecuada “es la capacidad de soportar las humillaciones. El cristiano que no está de acuerdo con este programa del Señor es un cristiano a medio camino: un tibio. Es bueno, hace cosas buenas”, pero sigue sin soportar las humillaciones y preguntándose: “¿por qué a éste sí y a mí no? La humillación yo no. ¿Y por qué sucede esto y a mí no? ¿Y por qué a éste le hacen monseñor y a mí no?”.
“Pensemos en Santiago y Juan -continuó- cuando pedían al Señor el favor de las honorificencias. No sabéis, no entendéis nada, les dice el Señor. La elección es clara: el Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, por los sumos sacerdotes y por los escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día”.
“¿Y todos nosotros? Queremos que se realice el final de este párrafo. Todos queremos resucitar al tercer día. Es bueno, es bueno, debemos querer esto”. Pero no todos -dijo el Papa- para alcanzar el objetivo están dispuestos a seguir este camino, el camino de Jesús: consideran que es un escándalo si se les hace algo que piensan que es un error, y se lamentan de ello. Así que la señal para entender “si un cristiano es un cristiano de verdad” es “su capacidad de llevar con alegría y con paciencia las humillaciones”. Esto es “algo que no gusta”, subrayó finalmente el Papa Francisco; y sin embargo “hay muchos cristianos que, contemplando al Señor, piden humillaciones para asemejarse más a Él”.