2013-10-05 L’Osservatore Romano
Es un itinerario altamente simbólico el realizado por el Papa Francisco en Asís el viernes 4 de octubre, fiesta litúrgica del santo patrono de Italia. Desde el conmovedor encuentro con los niños enfermos y discapacitados, alojados en el Instituto Seráfico, hasta el saludo a los pobres, a los marginados y a los desempleados, en la Sala de la Expoliación, y la celebración de la misa en la plaza central, la primera parte de la visita pastoral ha sido una continua remisión a las raíces espirituales del pontificado de Jorge Mario Bergoglio.
En una jornada que debía ser de fiesta, pero que se ha transformado en un “día de llanto” tras la tragedia de Lampedusa, el tercer viaje del Papa Francisco en Italia se ha desarrollado a través de los lugares que marcaron el acontecimiento humano y religioso del santo de Asís. Llegado anticipadamente sobre el horario programado -le acompañaban también los ocho miembros del Consejo de cardenales que se ha reunido estos días en el Vaticano-, el Obispo de Roma quiso enseguida abrazar a los pequeños asistidos en el Seráfico. Y dejando aparte el discurso preparado, pronunció espontáneamente una reflexión sobre las llagas de Cristo, exhortando a los cristianos a reconocer y acoger “la carne de Jesús”.
Tras una visita privada al santuario de San Damián, el Papa se trasladó al obispado de Asís, donde, en la sala que recuerda el despojamiento de Francisco, habló a los pobres asistidos por Caritas. Entre ellos desempleados y carentes de hogar fijo, a quienes el Pontífice se dirigió con un nuevo discurso improvisado en el que puso en guardia a la Iglesia del riesgo de la “mundanidad espiritual” que “mata el alma” y “mata a las personas”, dijo, recordando también a las víctimas de la terrible tragedia de Lampedusa. Como conclusión de la mañana, el Papa Francisco visitó la iglesia de Santa María Mayor y después se acercó a la basílica superior de San Francisco -donde le acogió también el presidente del Consejo italiano de ministros, Enrico Letta- para orar en la tumba del Pobrecillo. En la misa en la plaza, llena de fieles, lanzó un fuerte llamamiento por el respeto de la creación y de cada ser humano, invitando a los hombres a ser instrumentos de paz y no de destrucción. Asimismo dirigió “la felicitación a todos los italianos” por la fiesta del patrono, junto a la oración y la esperanza de que “cada uno trabaje por el bien común”.