San Francisco de Asís: el hombre de la paz, que ama y custodia la creación

de Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM

4 de octubre:

Hoy celebramos la memoria de san Francisco de Asís (1182-1226). Cuando el Papa Bergoglio explicó por qué había elegido el nombre de este santo, comentó: “Francisco… es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación”[12].

Al evocar el nacimiento del “Poverello”, el poeta Dante (1265-1321) exclama: "Nació al mundo un sol"[13]. De esta manera hace notar la grandeza de este santo, querido y admirado por los católicos y por seguidores de otras tradiciones religiosas, e incluso por muchos no creyentes.

San Francisco, nacido en una familia rica, tuvo una vida despreocupada hasta que a los veinte años de edad, al volver derrotado y enfermo de una campaña militar en la que había caído prisionero, experimentó un proceso de conversión que le llevó a abandonar la superficialidad en la que había vivido.

En este período sucedieron dos grandes acontecimientos que le marcarían profundamente; el encuentro con el leproso, al que dio el beso de la paz, y las palabras de la imagen de Cristo crucificado en la iglesia de San Damián, que en tres ocasiones cobró vida y le dijo “Ve, Francisco, y repara mi Iglesia en ruinas”.

Entonces, decidido a seguir a Cristo, renunció a sus bienes y a la herencia paterna. Y con los jóvenes que quisieron compartir su estilo de vida, se entregó a renovar la Iglesia, en comunión con el Papa. Por cierto, Inocencio III había visto en sueños que la Basílica de San Juan de Letrán, la iglesia madre de todas las iglesias, estaba derrumbándose, pero que era sostenida por un pequeño religioso.

“Del amor de Cristo –explicaba Benedicto XVI– nace el amor hacia las personas y también hacia todas las criaturas de Dios... que le inspiró el célebre Cántico de las criaturas”[14]. Por eso, en 1979, Juan Pablo II proclamó a san Francisco Patrono de los cultivadores de la ecología, considerando que “tuvo en gran aprecio todas las obras del Creador”[15].

San Francisco se dejó reconciliar por Dios en Cristo, descubriendo que Él nos ofrece su Amor incondicional e infinito, capaz de hacer la vida plena y eterna; un Amor por el que vale la pena dejarlo todo. De esta manera, reconciliado con Dios, pudo reconciliarse consigo mismo, descubriendo que las personas valemos por lo que somos y no por lo que tenemos. Así, reconciliado con Dios y consigo mismo, pudo reconciliarse con los demás y con la creación, viendo todo con la mirada amorosa de Dios.

¿De dónde le venía la fuerza para perseverar en la pobreza que había elegido para seguir a Cristo con mayor libertad y amar en Él a las personas y a la creación? De su encuentro con Jesús en su Palabra y en la Eucaristía, que adoraba admirado de que el Señor se humillara, “hasta el punto de esconderse, para nuestra salvación, bajo una pequeña forma de pan"[16].

San Francisco fue llamado a la vida eterna en 1226. Su ejemplo y su intercesión han de impulsarnos a pedir a Dios, como él:


Señor,
hazme un instrumento de tu paz:
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo armonía,
donde haya error, ponga yo verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo la luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh, Señor, que no me empeñe tanto
en ser consolado, como en consolar,
en ser comprendido, como en comprender,
en ser amado, como en amar;
porque dando se recibe, olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
muriendo se resucita a la vida .
Amén
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