Carta al Papa Francisco

de Alberto Suárez Inda
Arzobispo de Morelia

Palabra del Obispo

Viernes 4 de Octubre de 2013

En este día en el que toda la Iglesia venera a San Francisco, usted ha querido ir como peregrino a la ciudad de Asís, en donde nació y murió aquel hombre que decidió seguir a Cristo con una entrega total y vivir el Evangelio hasta las últimas consecuencias.

Quiero hacer llegar a Su Santidad el cariño, la admiración y la adhesión sincera de esta comunidad diocesana de Morelia. Lo felicitamos de corazón al estilo mexicano cantando las mañanitas: “Quisiera ser un San Pedro / quisiera ser un San Juan / para venirte a cantar / con la música del Cielo”.

El tomar el nombre de Francisco, al ser elegido Obispo de Roma, tiene un amplio significado que usted pretende deliberadamente sea la inspiración de su nuevo ministerio: pensar siempre en los pobres, ser instrumento de paz y reconciliación, vivir libre en una actitud de despojo, cantar la belleza de la Creación.

Pero en la base de todos estos rasgos que distinguen al Santo de Asís hay una fuerte vida de fe, una familiaridad con Dios. El secreto de este hombre es su identificación profunda con Jesús, que de manera sorprendente llegó a manifestarse exteriormente en los estigmas.

Creo que lo que explica las palabras y los gestos del Papa Francisco, lo que da el verdadero sentido a su pensar y actuar, es indudablemente su vida de oración, la meditación de la Palabra de Dios, una existencia impregnada del Espíritu que le da libertad y valentía en su testimonio, la aceptación de la cruz.

La tarea nada fácil de reparar una Iglesia agrietada implica para usted, igual que para San Francisco, un trabajo paciente y esforzado, una labor que no podrá realizar solo; porque no se trata de acarrear y ensamblar piedras inertes, sino de integrar a las personas que hemos de vivir la comunión para edificar el templo vivo de Dios.

De nuevo gracias, Santo Padre. Cuente con nuestra oración y nuestro deseo de colaborar para hacer que nuestra amada Iglesia sea una verdadera familia de hermanos, fermento de unidad en un mundo necesitado de amor. Pido la bendición apostólica para nuestra Arquidiócesis.

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