¡DOS VALORES HUMANOS QUE HAY QUE SABER APRECIAR Y VALORAR: LA BELLEZA FISICA Y LA MORAL!

La belleza física es un hermoso don natural, formado por la piel, los ojos, el cabello y demás músculos; bien organizados y cuidados, sirven para llevar el bien por la fuerza de su simpatía; o también la belleza física puede llevar al mal por el brillo engañoso y de su atracción. Que la rapidez en la admiración, no nos lleve a la equivocación y al error, porque sufriremos las consecuencias. Sin exaltadas fantasías, reflexionemos, que el conjunto armonioso de todas las partes de cuerpo es un don de Dios a todo ser humano, para que produzca fruto. Lo que importa es saberlo apreciar y usar de ella, para después rendir cuentas del uso que de ese valor humano se supo hacer. La influencia de la belleza, sobre todo en la mujer es importante, ya que puede arrastrar el bien o el mal. Como le sucedió al primer hombre: Adán.
Porque el espíritu está listo, pronto; pero la carne, la parte material es débil y trata de jalonear, a lo superfluo, a lo cómodo y material y sensible. La belleza física es gloria del cuerpo, en el que haya la justa proporción y armonía en los miembros, en la salud, en la piel en cuya superficie hay millones de diminutos agujeros; los poros y millones de minúsculas glándulas sebáceas que impiden que se sequen, etc. La belleza del color de la piel y demás. Pero la belleza física con el tiempo se marchita y muere. Es como flor de un día, amenazada por la enfermedad y la vejez. Es frágil y efímera y muere. Pero hay que cuidarla y admirarla en cualquier ser humano. La belleza física no es mala, el Divino Arquitecto y Creador la dio. Psicológicamente hablando de la belleza del cuerpo femenino tiene una atracción especial, para que cumpla con los frutos y fines que providencialmente tiene. Está creada para agradar y animar. Si es perfecta en su feminidad, irradia armonía. El Divino Creador a los dos seres humanos les dio belleza, no para desearse, sino para fortalecerse en la perfección de la vida matrimonial y familiar. Para que haya atracción mutua, respetuosa, sincera y fiel. La belleza física, sigue ejerciendo esa misteriosa atracción mutua. La belleza física en cualquier ser humano, si es recto, culto y virtuoso, hace bien porque hay armonía en su cuerpo. No se debe ni ocultar ni exhibir en forma desordenada la belleza.
Porque la hermosura física, puede ser instrumento para hacer el bien, si esta empapada y vivificada por la virtud real y seria. La belleza atrae, interesa y mueve al corazón, pero no únicamente para el deseo, sino para reflexionar en la maravilla del cuerpo humano. Se debe cuidar la belleza física, porque es un don natural concedido por Dios y por lo mismo tiene bondad. Hay que cuidar todo el cuerpo y respetarlo. No exhibirlo con las actuales modas de vestidos, que casi no cubren el cuerpo. La moda y el lujo que en lugar de hacer resaltar la belleza, sobre todo en la mujer, son medios artificiales, que no deben de ser aprobadas, ni usadas sin condiciones, Porque pueden servir para el bien o para el mal. Hay que tener buena intención, para conocer el recto uso de la moda en los vestidos, sin olvidar el sentido moral. El vestido tiene como fin cubrir el cuerpo y si no cumple con este fin, no sirve. La moda es buena y se va actualizando, pero no debe perder el recto sentido, no debe desequilibrarse, que el vestido realce la belleza física, con un sentido ético, cristiano. El hombre y la mujer son los seres más nobles de la creación, de una gran dignidad por haber sido creados a: Imagen y semejanza del Divino Creador. Pero esa dignidad y nobleza debe manifestarse también en su parte exterior.
Debemos de revestir nuestro cuerpo de nobleza y sencilla elegancia, que no estorben la primacía del alma y honren al cuerpo, que es imagen de Dios. La honestidad en el vestir es una norma que no debe descuidarse. Porque la forma de vestir de la persona, origina el trato que se le da. Ojala que sea por su modo de vestir un trato respetuoso y distinguido. Esta belleza física, natural y graciosa, hace exclamar al ser humano: ¡Te amo porque me gustas! Que es el primer paso del amor. Pero la belleza física se acaba, se marchita con el tiempo. Por eso los llamados al matrimonio, no debe quedarse en este primer rostro del amor. La más importante belleza es la moral, que te haga decir: ¡Te amo porque vales!

¡LA BELLEZA MORAL!

La belleza moral del ser humano es la más importante, necesaria y valiosa. La belleza moral, la forman e integran las virtudes humanas y cristianas. La vida en el mundo temporal, es el paso por un lodazal y hay que vivirlo con fortaleza espiritual, sin que el fango del mundanismo, nos impida llegar a la vida eterna. Y para esto se requiere la fortaleza de las virtudes que originan la belleza moral, que supera a la belleza física. Tenga presente que la palabra -Virtud- viene de la lengua latina, de la palabra -Vir- que significa: hombre enérgico, hombre de carácter, que se esfuerza y lucha, por obrar el bien y evitar el mal. Por naturaleza desde el origen de la humanidad, estamos inclinados siempre al mal y para llevarlo a cabo es suficiente seguir esa inclinación. Pero para hacer el bien, se necesita combatir contra nuestro egoísmo y nuestros malos instintos y reprimir fuertemente las tendencias al mal y navegar contra la corriente. Y para esto, se requieren continuos esfuerzos y con lucha vigorosa, combatir contra el mal. La virtud no es algo pasajero, sino una disposición habitual, una cualidad que tiene su residencia de forma permanente en el espíritu. Y así quien es obediente, no obedece una sola vez, sino que tiene el hábito de obedecer. Una cosa es el pecado, y otra el vicio o hábito al mal. No es lo mismo emborracharse que ser alcohólico.
Las virtudes cristianas que deben embellecer a la persona humana, unas son teologales, que tienen como objeto directo a Dios; y las morales nos motivan a ordenar nuestros actos, conforme a la recta razón ilustrada por la fe. Estas son: Prudencia, Justicia, Fortaleza, Templanza. La prudencia nos da un conocimiento práctico, que dirige nuestro entendimiento, para que examine y elija lo que se debe hacer o evitar en lo personal y nos dirige. La prudencia de los gobernantes. La persona prudente sabe aconsejar. Sabe valorar y juzgar con rectitud. La persona imprudente actúa con precipitación, sin reflexionar en las posibles consecuencias. Es inconsiderada, inconstante y negligente. La Prudencia es la ciencia de los santos.
Otra flor de la belleza moral es la fortaleza espiritual, con la que se superan los obstáculos que se oponen en el cumplimiento de nuestros deberes. Nos ayuda a soportar con valor y paciencia los sufrimientos anexos, sin cobardía. Virtud que brilló con vivo resplandor, en los mártires y distingue a los verdaderos discípulos del Divino Redentor. La persona que tiene fortaleza espiritual es confiada, paciente, magnánima y perseverante. Y no es tímida, ni presumida.
La Templanza es la fuerza espiritual que nos ayuda a moderar los placeres y a usar con moderación de los bienes materiales de este mundo. Con la templanza también se tiene la abstinencia para saber que comer sin gula. La sobriedad que modera el apetito a los alcohólicos. La castidad y el pudor que ayudan a moderar los deleites sensuales hasta al mismo sueño, para que nada exceda de los justos límites.
La Justicia que nos enseña a darle a cada uno lo suyo, incluyendo a la Divinidad. “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” y no solamente en el aspecto legal y distributivo, sino también en el aspecto conmutativo que rige las relaciones mutuas entre las personas, como por ejemplo entre padres e hijos, entre los que debe haber: respeto, obediencia, gratitud, comprensión, etc. Los hijos como todo ser humano, también tienen derechos que deben ser respetados. Pero sobre todo la belleza espiritual de la persona, viviendo las virtudes teologales, que tienen como fin encaminar al hombre, hacia su fin para el que fue creado, que es estar en la vida eterna. El hombre con su inteligencia y reflexionando conoce este fin por la fe, por la que creemos y aceptamos firmemente las verdades incomprensibles que Dios ha revelado y que el magisterio eclesiástico enseña. Esta virtud tiene una necesidad absoluta para adquirir la salvación. “El que crea se salvará y el que no crea se condenará”. Por la fe aceptamos verdades que superan a todos los conocimientos científicos. Son verdades -Reveladas- por Dios, sabiduría infinita. Pero tener fe, es tener deberes que ella incluye; hay que: Conocerla y profesarla interiormente y vivirla exteriormente y defenderla. La vivencia de la fe, debe ser sincera y valerosa; digna y oportuna. Sin avergonzarnos de profesarla exteriormente.
La Esperanza otra importante flor que embellece la vida espiritual. Virtud que se funda en el poder y en la bondad de Dios y en las promesas de Cristo confiamos en los medios necesarios y con las buenas obras alcanzar la vida eterna. Hay que evitar la presunción con la que esperamos salvarnos por nuestras solas fuerzas, sin la ayuda de la gracia, como lo enseñaban los Pelagianos. Tampoco se debe confiar sólo en la bondad de Dios. Se requiere también nuestra cooperación. “El que te creó sin ti, no te salvará sin ti” “No todo el que diga Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre” “La fe sin obras es muerta”. Tampoco hay que desesperarnos, pensando que Dios no nos perdonará. El siempre que nos arrepintamos nos perdonará. A Él no le importa ni la cantidad, ni la gravedad; lo que le importa es el arrepentimiento. Pero la más excelente de las virtudes que embellecen nuestra vida espiritual y moral es: La Caridad que establece entre Dios y nosotros la más estrecha comunicación y nos lleva a amarlo sobre todas las cosas y al prójimo por amor a Dios, que se distingue de la pura filantropía, virtud puramente humana y frecuentemente una falsificación de la caridad cristiana.
La Caridad es la reina de las virtudes y el compendio y la perfección de todas las virtudes. Pero este amor tanto a Dios como al prójimo se demuestra con las obras. Y si de verdad amáramos, seríamos obedientes a los mandamientos divinos que nos piden, no hacer a otro, lo que no quiera que me hagan a mí. Que trate a los demás, como quiera que me traten a mí, etc. Si todos viviéramos esto, no habría tantos problemas sociales, con lo que se afecta en forma negativa a la paz social. Habría respeto, comprensión y ayuda.
Como hermanos, hay que ayudar al caído. Y a nadie hacerle daño de cualquier forma. Tener la belleza física está bien, pero sobre todo la belleza espiritual y moral, para evitar lo más que se pueda tanto el pecado personal, como el social, que tienen su raíz en el corazón del hombre. Ya que de alguna manera, tienen consecuencias sociales. Vivimos en una época en la que hay crisis de valores morales y se va caminando hacia una decadencia moral, de consecuencias muy graves, como los que estamos sufriendo. Abundan las denuncias y las lamentaciones. Con la pérdida de los valores éticos, se camina hacia la barbarie y frente a este deterioro de los valores religiosos y morales, urge una recta educación en dichos valores. Por eso la autoridad eclesiástica, como la primera guardiana responsable de la vida religiosa y moral del ser humano, unida a la autoridad civil, se esfuerzan por promover la educación ética, en todo ser humano, pero sobre todo en los adolescentes y jóvenes. Pero no olviden los padres de familia, que ésta es la primera escuela de las virtudes sociales.
En la familia desde la infancia se deben ira prendiendo los valores religiosos y morales. Cada ser humano adquiere a través de la familia los valores éticos que adornan y embellecen la vida. La familia junto con las autoridades eclesiásticas y civiles, desempeñan una función complementaria, en defensa y promoción del bien personal y del bien común. Por eso, la familia debe estar dispuesta a llevar a cabo este deber y compromiso, porque es la célula básica y más importante de la sociedad. Y de la calidad ética de las familias, depende la calidad moral de la vida social. Hay problemas sociales muy graves, como la violencia que está en todas partes, que nos urgen a trabajar y fomentar, los valores: religiosos, éticos y morales. Por eso hay que ser consciente que la familia tiene una vocación muy especial, por ser elemento fundamental de la sociedad. Es fuente de vida y amor, en la que los fundadores, deben ayudar a que los hijos, flores del jardín familiar, estén vivos, brillantes y perfumados de los valores religiosos, éticos y morales. Que sean personas de madurez psicológica y responsables de llevar una vida ética de calidad. Papá y Mamá deben darles un recto sentido de equilibrio y justicia, para que sepan superar los desafíos de la vida y a tratar a los demás con respeto y no hacerles ningún daño. Hay que ayudar a los adolescentes y jóvenes a descubrir los dones que tienen, para que los pongan a trabajar en bien propio y social y en lugar de causar desórdenes sociales, hagan el bien a favor de la paz social. ¡ARRIBA Y ADELANTE!